[ Capítulo XII ]

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[Tiempo pasado]

Solo fueron unos cuantos días, un día a la semana pero Severus lo sintió como más. Ya para el siguiente encuentro, incluso la expectativa se había impreso en su mente.

No sabía si era por el estado de vulnerabilidad en el que se encontraba actualmente o el sentimiento de soledad que persistía en su pecho—tal vez fue la combinación de la dos— lo que lo hizo más permisivo en sus interacciones con Black. Sin embargo, algo estaba bastante claro: el relacionarse de primera mano con Sirius en un ambiente neutral había sido una de las cosas más extrañas que había tenido que experimentar este año. Y eso le aterró.

Sirius fue recibido con un golpe en la cara. Gracias a Merlín el material con qué fue golpeado no era duro ni mucho menos afilado. Una vez que iluminó con su varita el objeto, se dio cuenta de lo que Snape le había lanzado en la cara.

—¿Qué es esto? —Balbuceó de la impresión.

—¿Demasiado difícil de descifrar para ti, Black?

—¡Para nada! —exclamó y Severus pudo jurar que sus ojos brillaron y hasta vio aparecerle una cola que meneaba de felicidad—. Más bien, nunca tuve uno de estos. Este artefacto muggle es...

—Solo son unos malditos dibujos. —Entonces le lanzó una pequeña cartuchera, que esta vez sí le hizo soltar un quejido a Sirius—. Ahora así, espero que me dejes en paz.

Sirius cumplió la promesa y se limitó a curiosear los ojos objetos. Abriendo la libreta, se dio cuenta que los trazos eran de personas tanto jóvenes como adultos, a veces incluso se dibujó bebés. La persona que le pertenecía le gustaba retratar momentos al punto que podía imprimir sentimientos como nostalgia y felicidad en ellos. Las hojas estaban amarillentas y viejas por lo que supo de inmediato que esto no era de Snape.

Abrió entonces el pequeño bolso. Unos diez objetos salieron, largos y de diferentes colores. Eran parecidos a las plumas en algún sentido, ya que parecían funcionar de la misma manera. Sin pensarlo mucho, apretó la punta en la hoja y de ahí surgió un color.

—Oh... ¡Ahora entiendo! —exclamó feliz como un niño—. No era tanto ciencia, solo tengo que deslizar esto ¿correcto?

—Perspicaz, Black —replicó sarcástico.

—¿O escribo? Pero me diste este cuaderno y solo hay retratos inmóviles ahí, así que no sería lógico escribir sobre ellos.

—Vaya —comentó genuinamente sorprendido—. No pensé que llegaría el día en que escucharía algo inteligente de tu boca.

—¿Gracias? —No sabía si sentirse halagado u ofendido.

—De nada —contestó sin remordimientos—. Ahora quédate en silencio. Arruinas mi lectura.

Así se pasó la noche. De un Sirius descubriendo cómo servían esos objetos parecidos a las plumas y Severus absorbiendo información que le serviría en otro momento. Para Sirius fue excitante comprender el uso de estas plumas, sobre todo porque parecían desgastadas—como la libreta— por lo que no pudo evitar concluir que era de propiedad de la serpiente.

Eso hizo que su interior se agitara. Un sentimiento cálido albergándose en lo más profundo de su ser. Quieto. Durmiente, esperando ser alimentado y expresado. Pensó en que no debería ser fácil para Snape tener que darle algo suyo cuando ni siquiera le tenía cariño. De alguna forma se sintió honrado.

Sin embargo, contrario a lo que Black pensaba, esa libretas y esos colores no eran nada especiales para el pelinegro. Aunque ya era un paso dárselas y haber cedido a sus deseos.

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora