[ Capítulo XL ]

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Para cuando se marcharon, había una capa de nieve cubriendo la calle y el techo de los autos. La Hilandera, a estas alturas de la noche, se veía desierta y sin la calidez de las cuatro paredes protegiéndolos fue inevitable que el frío atravesara su pieles y los estremeciera por dentro.

Mientras caminaban, Severus rememoró el momento en que se encontraron a Tom y a Black en un silencio impenetrable. En el instante que Regulus y él regresaron, las palabras entre ellos sobraron y no hubo indicio de querer reanudar algún tipo de conversación. Tom se volvió a él y como si nada hubiera pasado, su mirada se suavizó, derritiendo todo el hielo gélido con el que había visto a Black.

Black, a diferencia, lucía apagado. Distante, con un hermetismo que parecía empujar a todo aquel que quisiera penetrar los estadios de su mente reflejados en su rostro. Pensativo, de una forma muy impropia en él, le tomó un momento devolverles la mirada. Cuando lo hizo, Severus sintió que algo andaba mal a pesar de que fue recibido con su habitual ánimo. 

No se dejó engañar. Él lo sabía mejor. Eso solo era la caricaturización de su propia personalidad, escondiendo lo real. 

Luego de caminar unos cuantos pasos, el viento frío que lo golpeó lo obligó a aferrarse a su abrigo. 

—¿Y un hechizo de calor? —preguntó Regulus de la nada mientras se abrazaba así mismo.

—Estamos en una zona muggle —respondió Severus mientras salía vaho de su boca—. Recibirás una advertencia.

—¿Incluso si es algo tan inocente como mantenerme cálido? —Regulus puso los ojos en blanco, con sus manos escondidas en los bolsillos de su saco—. Eso es ridículo.

—Lily recibió una carta de advertencia una vez —comentó alzando los hombros—. No quería lavar los platos así que usó magia. Si no quieres meterte en problemas...

—Al menos el Ministerio debería permitirnos hacer hechizos simples y no solo cuando estemos en peligro —se quejó de nuevo con su labio inferior temblando—. Aunque si sigo así, me dará hipotermia. Eso debería de contar como una situación de peligro a mi vida ¿no?

Severus negó con la cabeza mientras una sonrisa suave se deslizaba en sus labios. Apreciaba que Regulus llenara el silencio en el que todos se habían sumergido. Se la pasó así unos cinco minutos hasta que llegaron al paradero.

Las quejas siguieron. De un momento a otro, Sirius que se había mantenido sorprendentemente callado todo el camino, se inclinó a Regulus, y sin decir una palabra, le tocó la frente.

—Estás caliente. —Y luego le dio una mirada escrutadora—¿Desde cuándo?

Parecía un reprimenda. Severus fijó sus ojos en Regulus, esperando que respondiera. Una pizca de preocupación en su rostro. Los labios de Regulus se separaron trémulos.

—Estoy bien —dijo en un tono airado y distante.

—No quieras hacerte el fuerte ahora, mírame —respondió con una voz atronadora mientras movía su mentón y lo obligaba a observarlo—. Tienes los labios morados. Te lo vuelvo a preguntar ¿Desde cuándo estás así?

—No es importante —Bufó quitando la mano de Sirius—. Ya te dije que me siento bien.

—Reg... —suspiró. Su mano pasó por su cabello, frustrado al saber la discusión eminente que vendría—. Te conozco. Solo eres así de quejoso cuando te sientes mal pero no quieres decirlo.

—¿Algún otro indicio, Sherlock? —replicó de forma descarada con una referencia que dejó confundido Sirius. Severus dio un suspiro, dándole una mirada reprobatoria.

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora