Al día siguiente, volvió a repetirse la acción con una humeante taza a la vista de sus curiosos amigos.
Los días pasaron. Los rumores que anteriormente sofocaron sus días pasaron a otro plano. Más calmado, se detuvo a pensar cuando se resignó a desentrañar la aparente actitud amable de Black.
Desde ese día, además de enviarle religiosamente este delicioso café con los elfos de las cocinas, con uno que otro acompañamiento, los intentos de Black acercarse también habían cesado. Ahora mantenía un respetuosa distancia, así como el resto de sus amigos.
Severus no podía evitar ser ajeno a sus acciones.
—¿No quieres probarlo? —Le preguntó a Regulus una de esas.
—Lo anhelo. De verdad —confesó Regulus, con una pequeña sonrisa—. Pero eso sería grosero de mi parte.
Quiso rodar los ojos.
—No me mires así. —Se cruzó de brazos mientras podía la mirada en blanco—. Además, no estás aceptando nada más. ¿O sí?
En efecto, Regulus tenía razón.
Sin embargo, eso no cambiaba que todo le supiera a un falsa bondad. Un amabilidad que acabaría en el momento menos imprevisto. Esto es lo que la acción le recordaba. Esta vez no podía ser tan iluso y creer.
Era natural que se sintiera así. Desde haber confiado en Black una vez, la probabilidades de que confiara de nuevo eran escasas. No iba a cometer los mismos errores de nuevo. Severus se negaba.
Eso no cambió el hecho de que Sirius se apropiara de un espacio de su mente. Fue inevitable que con el pasar de los días fuera menos amargo con cada sorbo. Severus todavía no se decidía si había sido buena idea aceptar esta pequeña tregua.
Durante todo este tiempo, los Gryffindor se enfocaron en hacer disturbios lejos de él. Poco a poco habían vuelto a lo que solían ser y comúnmente los veía correr de alguna situación problemática en la que se habían metido. Severus lo tomó con pinzas. Sus ojos cautelosos observaron a un Sirius menos melancólico y más dinámico. Cuando se cruzaban, su mirada a menudo se detenía en él y se suavizaba.
Cuando aquello pasaba, algo dentro de él se removía. Severus no sabía cómo calificarlo. Ni tampoco qué nombre ponerle.
—¿Está bien que vayas solo?
Severus sonrió un poco, ante la genuina preocupación de Rosier. Era raro ver a un Slytherin ser tan abiertamente honesto con sus intenciones. Supuso que era por el aire de intimidad que le confería formar parte del mismo grupo, y con todos los demás estudiantes tan ensimismados en la elaboración de sus pociones, era muy fácil dejar caer las máscaras.
—Sí —musitó—. La poción se espesará si no la removemos cada 5 minutos.
Hoy Slughorn les había asignado la tarea de elaborar un filtro de confusión. A pesar de lo meticuloso que Snape era con respecto a los ingredientes, no había contado con que faltaría más de la coclearia por lo que tuvo que recurrir al almacenamiento de pociones en busca de ella. Con formalidad, le pidió permiso a Slughorn y cuando brindó su autorización con un leve asentimiento, se dirigió a la trampilla de tamaño mediano que había en el salón.
Con un poco de dificultad, intentó levantarla. Sin embargo, su tarea se volvió complicada cuando su espalda fue golpeada por alguien. Lo que acabó con todo su esfuerzo logrado hasta ahora. Con un golpe sordo, terminó cerrándose.
—Quítate —dijo alguien con desagrado—. Eres demasiado lento, y débil. Pareces una maldita mujer.
Severus no tuvo que voltearse para saber de quién se trataba. Ciertamente, era capaz de reconocer la voz de un estudiante de su casa, sobre todo de uno que no se reprimía en recordarle su posición de sucio mestizo cada vez que podía.
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James lo sabe [Snirius]
FanficJames ya está cansado de los cambios de humor de Sirius, y aunque muy profundamente sabe la razón de esa irritabilidad repentina y de sus momentos de ensimismamiento, no lo quiere aceptar. Su mejor amigo no podía estar enamorado de su peor enemigo.