[ Capítulo XI ]

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[Tiempo pasado]

La tercera vez que Severus llegó a la área cercana al Lago Negro, ni siquiera le buscó palabra o intentó echarlo. Se habían pasado la anterior noche peleando que ya se sentía cansado de solo verlo ahí, tercamente, intentando vigilarlo. Le había dicho un millón de veces a Black que no planeaba matarse—el reunir coraje para hacerlo requería tiempo y ahora no lo tenía—pero Sirius no escuchaba razones. Se veía bastante decidido a ignorarlo y si era necesario usar la fuerza para no hacer caso a sus peticiones.

Severus no tenía ni los ánimos ni el jodido físico para hacer algo al respecto. No sabía a qué quería llegar el Gryffindor. Sin embargo, el que hiciera todo esto—intentar vigilarlo por más ridículo que suene— se sentía como si al final del día, le debiera un favor. No le gustaba eso.

La mejor solución en este tipo de situaciones es directamente no venir. Severus lo pensó. No le gustó la idea de tener que ceder solo porque Sirius estaba entercado en meterse donde no lo llamaban. ¿Por qué él tenía que apartarse cuando Sirius era el que no pintaba nada allí? Ya tenía bastante con que en Hogwarts tuviera que evitar ciertos lugares que frecuentaba el cuarteto de imbéciles para que ahora Black le forzara a ceder otro espacio.

Era su lugar. Porque—por más ilógico y tonto que sonara— estar ahí a solas le permitiría la calma y una liberación que no sentía cuando estaba alrededor de sus maestros y compañeros de clase. Había comenzado a frecuentar este espacio desde el año anterior para liberar estrés y fue el único lugar que se le ocurrió cuando entró en una especie de desesperación y determinación por acabar con su vida.

Simplemente, no quería perder ante Black.

Sirius, por otra parte, había decidido que por una vez apagaría su mente y dejaría de hacerle tanto caso a sus estúpidos pensamientos que solo habían traído dolor a otros, en especial, al mago que tenía al frente suyo. No tenía manera racional para explicarlo, pero todos las noches vagó solo para ver con sus ojos que Quejicus no estaba deambulando fuera de la cama de nuevo. Tuvo que hacerlo. Los nervios y la inquietud casi lo matan. Solo así la ansiedad que le arremetía se calmó.

¿Eso tenía algún sentido? Claramente seguía odiándolo, pero tampoco era un puto monstruo. Era lógico que quisiera hacer algo ahora que sabía su situación. Últimamente había comenzado a sentirse sucio y dañino desde que vio a Snape a punto de ahogarse. Esa imagen lo persiguió incluso en sus sueños. Solo pensó que al intentar vigilarlo lo que sea que estuviera sintiendo mitigaría, al menos un poco.

Esa horrible sensación...

—¿Qué esperas de todo esto? ¿Qué te de las gracias? Porque eso no va a pasar.

—Lo sé, Snape —replicó consciente de lo que decía el otro—. No hago esto porque las quiera.

—¿Entonces? ¿Solo quieres hacerte el héroe?

—Bueno, ya lo soy ¿o no? —Sonrió de lado. Severus sintió como el maldito ego de ese arrogante se inflaba más.

—Un héroe no te lleva al camino del suicidio para empezar —replicó incisivo. Al oír eso, algo se apretó en el pecho de Sirius y sintió náuseas—. Solo lárgate. Quiero estar solo.

No se fue, pero tampoco se animó a hablar. Su mente estaba demasiado ocupada reflexionando sobre esas palabras para sacar alguna plática irrelevante. Llegó a la conclusión que Severus tenía razón. ¿Él, un héroe? más bien parecía el villano de la historia. Un villano que tenía la suficiente cara delgada para intentar ayudar a la persona que le ha hecho la vida imposible todos estos años, pensando que sus acciones serían bien recibidas.

James lo sabe [Snirius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora