El lobo

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Se sentía muy bien. Envuelta en un agradable calor, oyó el crepitar de los leños en la chimenea, y el olor de la madera que ardía la llevó de vuelta a su infancia. ¿Acaso se encontraba en el Hogar de Pony? ¿Había regresado a ese querido lugar del cual provenía? Candy entreabrió los ojos.

—iAuxilio, un pirata! —gritó repentinamente aferrándose a las frazadas.

Un hombre de largo cabello castaño la estaba observando con detenimiento. La parte inferior de su rostro estaba cubierta de barba y llevaba gafas de sol.

—iNo está mal como saludo!—rió él dulcemente.

Tranquilizándose por aquella amable voz que no correspondía en absoluto a su aspecto, Candy balbuceó una disculpa.

—Me alegra que te encuentres mejor...—El pirata sonrió. Parecía profundamente aliviado, y en un instante la sensación de peligro se disolvió, siendo reemplazada por una atmósfera agradable.

Levantándose de la cama, Candy se armó de valor y preguntó: —Disculpe, señor, ¿Fue usted quien me salvó?

No recordaba nada de lo que había ocurrido después de haberse caído por la cascada.

—En realidad, yo fui quien te encontró mientras jadeabas en busca de aire en la cuenca de la cascada, pero realmente es horrible que tú me llames 'señor'. Quizás no lo parezca, pero soy joven, ¿sabes?

El pirata se subió las gafas revelando sus ojos de un azul claro, similar al color de un lago por la mañana.

— iSe ve mucho mejor sin gafas, señor! Ahora no se parece en nada a un pirata dijo con total sinceridad la muchacha.

— ¿De nuevo con el 'señor'? No soy ni un señor, ni un pirata. —dijo, y se echó a reír divertido.—Me llamo Albert. Y esta es Poupe. —se presentó, sacando una mofeta de uno de los bolsillos de su raído y enorme abrigo.

—iOh, no! ¡Una mofeta!

Al verla llevarse por reflejo una mano a la nariz, Albert y Poupe parecieron bastante ofendidos.

—No hay necesidad de hacer tal cosa. Poupe es una señorita tan delicada que incluso las flores la envidian.
—Oh, lo siento... —Candy se disculpó, estrechándole una patita al animalito en señal de saludo.—Mucho gusto, Poupe.

—Muy bien, princesa Candy, ¿Te apetece algo para comer? La sopa ya está lista y ahora deberías poder levantarte.

Con desenvoltura, el hombre colocó a los pies de la cama la ropa que Candy había llevado puesta y se dirigió hacia una olla ubicada en la chimenea. Al parecer, Candy habia dormido vistiendo una vieja camisa del "señor Albert". ¿Pero cuánto tiempo se había quedado inconsciente después de haberse caído de la cascada?

Se puso su ropa, casi completamente seca, dobló la camisa que le había sido prestada, y saltó ágilmente de la cama.

Mientras avanzaba con pasos todavía un poco vacilantes, se le acercó una ardilla. Candy parpadeó. Mirando con detenimiento, se dio cuenta de que en el interior de esa casa, que tenía todo el aspecto de ser una cabaña montañesa, había varios animales. Perros, patos, conejos e incluso un ciervo, que a primera vista había confundido con un objeto decorativo. Todos ellos tenían alguna herida y parecía que estaban recibiendo atención médica por parte de ese hombre.

De pronto embargándola una duda, la muchacha preguntó: —Perdone, pero... todavía estamos en Estados Unidos, ¿verdad?

Divertido por la expresión del rostro de la joven, Albert dejó escapar una alegre carcajada y respondió: —Si, definitivamente estamos en Estados Unidos. Pero más bien tú, ¿De dónde vienes? No habrás caído del cielo, ¿verdad?

— Yo trabajo en la villa de los Lagrand y...

La frase se quedó a la mitad. De pronto volvió con claridad a su mente el recuerdo de lo sucedido antes de subirse al bote, y también recordó con dolor lo que habia sucedido con Anthony.

—Entonces quiere decir que no te encuentras muy lejos, no te preocupes. Vamos, comamos estos emparedados y tomemos un poco de sopa. — Con una reconfortante sonrisa, Albert colocó sobre la gran mesa hecha de una sola pieza de madera los sencillos emparedados de jamón y la humeante olla.

—Le agradezco...

Una vez que había tomado con la mano un poco de comida y se había acomodado en una de las sillas, fabricadas utilizando troncos, Candy volvió completamente en si. ¡Definitivamente no era el momento de sentarse ahí para cenar! Las órdenes eran que se quedara confinada en el establo, y ella no solo había desobedecido, sino prácticamente había desaparecido sin decirle nada a nadie.

¿Habrá regresado Annie sana y salva a su casa? ¿Y Anthony qué pensará cuando se entere de que me he alejado?

—¿Sucede algo? —Albert preguntó alegremente.

Permaneciendo por un instante en sus pensamientos, Candy se levantó apresuradamente de su silla diciendo: —iDebo regresar a casa de inmediato!

Casi con toda seguridad, incluso si se volviera a presentar ante los Legrand, estos la echarían, pero lo que más la apremiaba era poder volver a ver a Anthony, aunque fuera una sola vez más. Todavía sosteniendo el emparedado en la mano, hizo una profunda reverencia y le agradeció a su salvador: —Señor Albert, le agradezco por haberme salvado la vida, iLe estaré por siempre agradecida!

—Olvida ya ese discurso... Más bien, ¿en verdad quieres irte? ¿A medianoche?

En efecto, afuera de la ventana estaba todo oscuro, a pesar de que la luna brillaba en el cielo.

—La residencia de los Legrand no está lejos, pero a pie te tomará mucho tiempo. Y además es peligroso vagar por el bosque a estas horas. Mañana por la mañana te acompañaré en el bote, quédate tranquila. No tienes nada que temer, incluso cuando se oculte la luna. Y definitivamente no me convertiré en un lobo para devorarte, Candy. Vamos, tómate la sopa antes de que se enfríe.

¿Convertirse en un lobo? La frase de Albert había sonado tan divertida que la hizo reír. Repentinamente sintió que moría de hambre.

—¡Entonces buen provecho!

—¡Andando! Yo también tengo mucha hambre—dijo Albert con una expresión teatral en su barbado rostro.

-.-.-.-.-

...Acostado en el césped que circundaba el lago del parque central de Chicago, William Albert Ardlay rememoró cada uno de los recuerdos ahora vividos que, en el tiempo en que habían vivido juntos en el departamento del Magnolia, Candy se había encargado de grabar en su mente, con la diferencia de ahora logró darse cuenta de que también se había convertido en una sujeción de escocés.

Candy...Nos encontramos en tantos lugares...

Cuando te caiste de la cascada....

Cuando Anthony murió...

Después Londres...

Luego cuando me fuí voluntario... y después el accidente...Chicago...

Y luego te envié una carta desde África.

Ahora que recobré la memoria... ¿Podré continuar viviendo con Candy?
Paciente y enfermera... Eso era lo que me permitía vivir con ella hasta hoy...

Sujeción de EscocésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora