George 2

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Ya era sábado, y estaba haciendo la comida cuando mi padre me llamó desde la tienda para que bajara con urgencia. Apagué el fuego y corrí escaleras abajo.

  —¿Qué ocurre, padre?
  —Tienes que llevar esto al restaurante Donatello, al parecer ayer se les olvidó apuntarlo en el pedido del fin de semana y lo necesitan con urgencia para el postre. Dino está repartiendo otros pedidos y no volverá hasta dentro de una hora o más. Es queso Mascarpone, es muy caro. Corre, pero que no se te caiga. No podemos perder como cliente al señor Villers.
  —No te preocupes, papá. —Agarre el paquete besando su mejilla—. En menos de quince minutos estaré allí.
  Anduve deprisa, corriendo a ratos, y en poco más de un cuarto de hora me encontraba en la puerta del restaurante. Me asomé a la puerta principal, al ver movimiento dentro entré sin pensármelo dos veces jadeando por el esfuerzo. Las mesas de manteles a cuadros rojos y blancos decoraban la estancia. Me acerqué a un muchacho, le pregunté por el encargado y me señaló, de forma distraída, una puerta al fondo de la sala. Toqué suavemente con los nudillos y al no obtener respuesta entré sin permiso. De reojo detecté movimiento en el lado derecho, donde dos personas, un hombre y una mujer, se encontraban sentados en un amplio sofá. No pude evitar observarlos unos segundos sin que mi presencia se hiciera evidente.

  George se encontraba con la mujer en su regazo. Se estaban besando, y la mano de él se perdía bajo su falda; haciendo que se balanceara. Ella frotaba sus pechos contra el torso del hombre, agarrándose a su nuca como si así evitara caer al suelo.

  Jadeé asombrada por la imagen y di media vuelta para salir por donde había entrado.
  —¿Elizabet? —me llamó el señor Villers.

Me quedé congelada en el sitio. Ni siquiera me atreví a girarme.
  —¿Qué haces aquí?
  Contesté desde la misma posición sin volverme.
  —Vine a traer algo de la tienda con urgencia. Yo... pasé por la entrada principal del restaurante y alguien me señaló esta puerta. Siento... yo... me voy a la cocina, señor.

  Y salí corriendo de allí sin darle tiempo a amonestarme.
  Unos pasos resonaron tras de mí y acto seguido alguien agarró mi brazo haciendo que me diera la vuelta. Estaba aterrorizada. Había interrumpido posiblemente a un capo de la Mafia en un momento de intimidad y no me había hecho notar, al contrario, me había quedado mirando y seguramente lo iba a lamentar.

  —Perdóneme, señor. No era mi intención interrumpirle. Me equivoqué de estancia.
  —Elizabet—dijo en voz baja—, te creo, no pasa nada, ¿de acuerdo?

  Tragué saliva asintiendo, dirigiendo la mirada
hacia mis pies. Estaba temblando. Estiré el brazo para darle el paquete con el queso, pero al levantar su mano derecha, aquella que había estado bajo la falda de la mujer rubia de labios rojos, la miré, retiré el paquete y luego levanté la vista hasta su cara.

Su expresión pasó de extrañeza a comprensión. Tiró de mí brazo hasta la puerta que se suponía que daba a la cocina y la cerró. Me soltó para lavarse la mano en una pila y después de secarse, con un trapo de cocina, me ofreció su palma para que dejara en ella el paquete. El cocinero ni siquiera nos prestó atención.
  —Ahora sí. —Me sonrió de manera pícara, y noté como mi rostro se calentaba—. Si me esperas vuelvo en un minuto y te llevo de vuelta a la tienda.
  Desapareció por la misma puerta después de dejar el queso en la fresquera; y yo aproveché para escabullirme por la de servicio y marcharme. Ni loca me subiría a un coche con ese hombre después de lo que había visto. Las imágenes de la lengua de George Villers, perdiéndose en la boca de la mujer mientras le tocaba en su intimidad, me perseguirían más de una vez aquella tarde.

Sin darme cuenta, y perdida en mis pensamientos como iba, había dejado de caminar y estaba parada frente al escaparate del barbero de nuestra calle. Al levantar la vista vi una cara conocida cuya mitad inferior estaba llena de espuma y al dueño del local pasando con precisión la navaja por ella.
  Quedé hipnotizada mientras observaba cómo le rasuraba la barba.

Sujeción de EscocésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora