CAPÍTULO XVIII (¿POR QUÉ CHOCOLATES?)

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—¿Qué te parece esto? — pregunta Eddie una vez que sale de los probadores.

Lleva puesto un pantalón negro de mezclilla, un suéter negro ligero y una chaqueta de cuero por encima, ni siquiera sé cómo explicar lo que estoy sintiendo justo ahora, nunca me había puesto tan...

—¿Entonces? — vuelve a preguntar arqueando su ceja.

—Me gusta — dije tratando de disimular las vulgaridades que realmente quería decirle.

—Bien, me lo llevo — dice y vuelve a entrar al vestidor.

Después de que Eddie nos haya comprado ropa como si fuéramos a quedarnos todo el mes, se detuvo frente a una licorería. Esboza una sonrisa al leer el nombre y después me mira emocionado.

—Tenemos que entrar — indicó apuntando el nombre del lugar —Lo vi en una película y quiero hacerlo — agrega y camina hasta la entrada.

—Eddie espera — intenté detenerlo, pero cuando menos pensé ya estábamos dentro del local.

Era un lindo lugar, algo vintage, pero al parecer a la gente le gustaba venir aquí. No era una licorería cualquiera, vendían rebanadas de pastel con licor, y por lo qué veía los carajillos eran el fuerte de aquí, además, por las fotografías que colgaban en la pared descubrí lo viejo que era este lugar, presumían algunos premios por tener los mejores vinos y junto a los trofeos había fotos de famosos que habían visitado el lugar, entre ellos Elvis Presley y Paul McCartney.

Me acomodé en una de las mesas mientras que Eddie pedía lo que parecía ser una caja de chocolates, su impulsividad por hacer cosas tontas siempre me aterraban, pero esta vez me tenía algo confundida, ¿Por qué una caja de chocolates?

Eddie viene hacia mí con una enorme sonrisa, casi haciendo un tonto, pero disimulado baile, mientras llevan en su mano derecha una caja de chocolates y en la izquierda una botella de vino y dos copas de vidrio, las cuales me causan un estrés porque no dejo de pensar en que se le van a caer.

—Por un momento pensé que esas copas no sobrevivirían — dije más tranquila al ver como acomodaba todo sobre la mesa.

—Sabes que mis dedos son ágiles — dijo con picardía para después guiñar un ojo.

—¿Por qué chocolates? — pregunté al ver la caja con diferentes tipos de trufas.

—Lo vi en una película y siempre quise hacerlo, pero no se lo cuentes a nadie o arruinaría mi reputación — dice mientras abre emocionado la linda caja.
Sabía de qué película hablaba, pero preferí hacerme la desentendida, la verdad es que si me causaba intriga el saber cómo Eddie termino viendo ese tipo de películas que para nada son de su estilo.

—Ese me gusta — dije a punto de tomar una trufa blanca, pero entonces Eddie me detuvo de golpe.

—El objetivo de los chocolates es jugar — explica mientras elige cuidadosamente dos chocolates.

—¿Jugar?

—Será como una ruleta rusa — dice mientras se los lleva detrás de la espalda. —Elige una mano — pide.

—Izquierda — respondí y entonces me entregó el chocolate que sostenía en su mano izquierda. Tomé el chocolate y dudosa le di una pequeña mordida.

—¿Y? — preguntó esperando mi respuesta.

—Sabe muy bien — acepté disfrutando aún el rico sabor que había dejado en mi paladar.
Eddie se llevó a la boca el chocolate que guardaba en la mano derecha, pero al cabo de una masticada arrugó su nariz y tomo una servilleta para regresarlo disimuladamente, no pude contener las ganas de reír y solté una carcajada.

Por siempre AustraliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora