52. Cómo decir te quiero

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Brooke Grey

Pasé mi mano de nuevo por el suave pelo de Chad.

Su cabeza estaba apoyada en la almohada a mi lado con los ojos cerrados, durmiendo plácidamente.

Estaba tumbado bocabajo dejándome una perfecta vista de su espalda desnuda.

Miré el reloj de la mesa de Chad. Las 2 de la mañana. Ya era hora de dormir. Sin embargo no tenía nada de sueño.

Cerré el libro y volví a mirar a Chad mientras una pequeña y tonta sonrisa se me escapaba.

Chad era un sueño. Y cada vez que lo miraba sin que él se diera cuenta, en mi estómago crecía un fuerte sentimiento de calidez, de tranquilidad y de comodidad que nunca había sentido antes.

Había habido muchos chicos en mi vida, chicos a los que me sentía locamente atraída, chicos a los que me moría por sacarles la ropa, chicos de los que no podía separar mis manos, chicos que me hacían ver el cielo, chicos que me hacían reír y chicos que me hacían sentir cosas muy intensas y sí, alguno que otro al que había querido, o al menos la concepción del amor que una adolescente hormonal que solo había salido con completos idiotas podía tener, pero Chad no tenía nada que ver con ninguno de ellos.

Si algo tenía claro es que Chad no era un idiota más. Porque un idiota más no me haría sentir así, un idiota más no sería capaz de tenerme observándole horas mientras duerme con cara de tonta enamorada.

Pero estaba aterrada. Aterrada de que tal vez esto fuese amor.

Sentía que me había equivocado tantas veces en decir te quiero.

Sentí tantas veces que de verdad no sabía qué era el amor.

Sentí tantas veces que yo no era capaz de sentir amor.

Que tal vez ahora que lo sentía, no era capaz de creérmelo.

Dejé mi libro en su mesita de noche y me levanté de la cama esperando no hacer mucho ruido para no despertarle.

Salí a su balcón y mi piel se erizó del aire nocturno.

Estaba atrapada con mis pensamientos y mis sentimientos, pero no me veía forzada a tomar una decisión.

Él... Él me quería y se sentía tan extraño y a la vez reconfortante que mi corazón no sabía cómo reaccionar.

Había pasado una semana. Una semana desde que Chad me dijo que me quería. Desde que no le dije que yo también me sentía así. Y era una sensación horrible.

Él no había dicho nada más, no habíamos vuelto a sacar el tema, y él no me forzaba a decirlo de vuelta, pero aun así me sentía culpable.

¿Y si no le quería? ¿Y si él se pensaba que no le quería?¿Y si le había hecho daño?¿Y si iba a perderle porque no me aclaraba con mis sentimientos?¿Y si esta incomodidad se agrandaba? ¿Y si esto se convertía en el problema que rompiese nuestra relación?

Escuché el ruido de la puerta del balcón abrirse y vi a Chad apoyado en el marco de la puerta bostezando.

— ¿Te he despertado?— pregunto haciendo una mueca, ahora preocupada porque él sintiese mis dudas.

— No— niega con la cabeza pero su nuevo bostezo me decía lo contrario — ¿Qué haces aquí fuera?— dice saliendo al balcón para hacerme compañía.

— No sé. No podía dormir— digo apoyándome en la barandilla echándole un vistazo a las estrellas. Sin ser capaz de decirle el porqué de verdad no podía dormir. Porque necesitaba una respuesta de mí misma.

Variante A [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora