45. Alma gemela

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Brooke Grey

Es sábado. Llevas toda la semana estudiando, date un respiro— la voz de Scarlett sonaba en el altavoz de mi teléfono.

— Llamaba para preguntarte una duda.

No voy a poder responderla. ¡Porque estoy disfrutando de mi sábado! ¡Como tú deberías hacer!

— Cuando quieres eres una plasta.

¡Oye!

Alguien llama a mi puerta y yo suspiro, se acercaba la hora de comer por lo que podría ser cualquiera de la fraternidad avisándome de la comida.

— Te quiero adiós— me despido de Scarlett antes de colgar la llamada y contesto a la puerta.

Pero cuando abro la puerta suelto un suspiro.

— Te odio mucho— digo en forma de saludo a Chad.

Pero cómo podía saludarle de otra manera si parecía bajado del mismo cielo. Su pelo estaba colocado a la perfección y estaba allí mirándome con una sonrisa perfecta y sus ojos castaños destinados a acabar conmigo.

— Yo también me alegro de verte.

Le dejo pasar a mi habitación mientras recojo el estropicio que mi semana estudiando había dejado en mi habitación.

— ¿Estás... Estudiando?— pregunta cuando se sienta en mi cama.

— Sí, o al menos eso intento pero no puedo más— digo tirando unos papeles a la basura.

Sigo dando vueltas por mi habitación nerviosa, arreglando cosas, pensando en los exámenes y en lo mucho que tengo que estudiar, agobiada.

— Para un segundo— dice y yo no le hago caso mientras sigo recogiendo de un lado a otro por la habitación.

Antes de que pueda ignorarle otra vez me agarra el brazo y tira de él dejándome caer sobre su regazo.

— Mírame y por favor relájate— dice recogiendo mis manos entre las suyas.

Yo vuelvo a encontrarme con sus ojos castaños que me miran con gracia y respiro hondo.

— ¿Por qué no te das un respiro?

— No tengo tiempo de eso.

Él niega con la cabeza y pasa un mechón de mi pelo detrás de mi oreja rozando mi mejilla con su pulgar.

— Es casi la hora de comer, llevas toda la semana estudiando, te quedan aún dos semanas y necesitas descansar— dice manteniendo su mano en mi mejilla para que no separe mi mirada de la suya.

— Tienes razón— susurro y él asiente.

— Tengo una idea, hace un día precioso fuera, ponte uno de esos vestidos que te compraste la semana pasada y te invito a comer— dice acariciando mi piel y yo no era capaz de decir que no a eso.

— Bien— digo y él sonríe con dulzura.

(...)

Salgo de mi habitación hacia el pasillo dónde él me esperaba con las manos metidas en los bolsillos y lleno de paciencia.

— ¿Cómo estoy?— pregunto.

Él me dedica una acaramelada mirada de pies a cabeza mientras una sonrisa se extiende en mi cara.

— Estás perfecta— responde y sin decir nada más me toma la mano y deja un dulce beso sobre mis nudillos.

— Chad el encantador— digo en broma y él rueda los ojos.

Variante A [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora