Quemo una agenda en la hornalla y Arak viene corriendo. Tira el papel al suelo, luego lo pisa seguido, para apagar el fuego. Cuando termina, me observa, desconcertado.
—¡¿Qué crees que estás haciendo?! —me grita.
—Si tú no te vas a deshacer de mis acosadores, yo misma lo haré.
Enarca una ceja.
—¿De qué estás hablando?
—Noté que tu celular ni tiene espacio para guardarlos números, así que decidí borrar los del papel. De hecho también tiré ese móvil, pues esa cosa es del demonio, no funciona para nada bien.
—¡¿Te volviste loca, Delilah?! No hay plata y haces un desastre con lo poco que tenemos, detente, por favor.
—Mi hermana me envió dinero, así que vamos a cambiar todo a partir de hoy.
—¿Qué? —Queda estupefacto.
Ya me cansé, es hora de que mueva mis cuentas.
Delilah
El marido de mi hermana sale de la oficina, corro y lo abrazo.
—¡Juguemos! —chillo.
Enarca una ceja.
—¿Eh?
—Dime todos los nombres de tus empleados.
—¿Es en serio? —Queda estupefacto—. Y no todos son mis empleados.
—Bueno, compañeros, socios, lo que sea, no entiendo de jerarquías en una empresa.
Se ríe.
—¿Te encuentras bien?
—¡¡Él!! —grito cuando sé que va a venir—. ¡¿Él cómo se llama?! —repito y señalo, al visualizar al hombre que sabe que mi hermana escapó.
—¿Milton? Milton es tu socio, no el mío.
—Ah, Milton, gracias —grito y salgo corriendo, pero me detiene, agarrando mi mano—. ¡¿Qué?!
—Me abrazas y no me besas. —Se acerca a mi boca—. Me entristeces —expresa en tono suave.
—Eh, uh, yo... —Me suelto despacio y retrocedo.
—Siento interrumpir. —Se acerca Milton y sonríe—. Tengo algo que preguntarte sobre tus cuentas.
Lo que sea para huir.
—¡Claro! —Lo agarro del brazo, entonces me voy con el castaño.
—¡Oye, espera, estaba hablando aquí! —grita Hans, pero ya me estoy yendo.
Salvada por las cuentas, o no, pues yo no sé nada de números.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.