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Dahlia

¡Activé a la bestia!

Arak en el yate se disculpó por lo intenso, pero creo que se olvidó, pues se está comportando igual que cuando tuvimos ese beso fogoso.

—¡Cavernícola, deja de estar caliente, pareces una perra en celo! —le recrimino, una de las tantas mañana en la casa—. ¡Ah! —grito cuando me abraza.

—No puedo, estoy que quemo —susurra en mi oído.

—No, compórtate —lo reprendo.

Se aleja y se rasca la cabeza, decepcionado.

—Perdón.

—Bien, voy a seguir trabajando en mi computador —aviso, pero luego pone el brazo en mi camino, apoyando la mano en la pared, y me observa de forma intensa—. ¿Qué? ¿Qué? —repito nerviosa.

—Te miro.

—No, gracias.

Sonríe y de repente me levanta en su hombro.

—¡Ay! —chillo—. ¡¿Qué haces?!

—Me burlo de que me llamaste cavernícola. —Se ríe.

—¡Bien, ya entendí, lo siento, bájame! —Pataleo—. ¡Te llegó con retraso el adjetivo, hace rato que te lo dije!

—Oh, ¿qué haré?, ¿cómo la bajaré? —juega con las palabras.

—¡¡Deja de burlarte de mí!!

—Si me das un beso.

—No —digo firme.

Hace un silencio.

—¿Sabes? Te comportas raro desde que volviste de visitar a tu hermana —declara de repente y me paralizo, así que dejo de luchar, me quedo muy quieta—. Es como si no fueras tú.

Bueno, sí, no me parezco en nada a mi hermana, es obvio que tarde o temprano se lo iba a cuestionar.

—Yo... yo...

Me baja y lo tengo en frente, me observa fijo y serio, muy intenso, pero no puedo formular ni una sola palabra.

—Te amo mucho —cambia de tema, rápido.

Como si mis cables se hubieran descompaginado, termino por no reaccionar, entonces aprovecha y me besa. Aunque en realidad creo que no se dio cuenta de mi accionar. El beso continúa, así que le correspondo.

No debería, pero ya estoy aquí.

            No debería, pero ya estoy aquí

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Delilah y DahliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora