Miro impresionado la máquina expendedora de helados, tiene como cuatro gustos diferentes, o sea, estas cosas solo se ven en los shoppings, ¡no en una casa! Además, es gigante. Parece que les gusta gastar o lucirse, pero yo no soy quien para juzgar, me están dando todo esto gratis.
—Arak, ¿podemos hablar?
Observo hacia mi costado, Dahlia se ve cabizbaja mientras se acerca. Enarco una ceja, ya que me suena de algo esa acción, pero no sé de qué. Quisiera recordarlo, aunque tampoco es que haga mucho esfuerzo en ello.
—¡Cuñada! —expreso sonriente, ignorando mis pensamientos—. ¡Claro! La verdad no hemos conversado mucho desde que llegué, me parece curioso que te alejaras las veces que me acerqué, aunque no opinaré al respecto, cada uno es como es y si eres poco comunicativa, lo respeto. —Me río, para aflojar la tensión, la cual parece que emana de ella.
—Sobre eso, lo siento, no tengo idea cómo decírtelo.
Enarco una ceja.
—¿Decirme qué?
—No soy tu cuñada. —Sus mejillas se vuelven rojas de la vergüenza.
—¿Te molesta que te llame así? ¿No te gusta que este casado con tu hermana? Vaya, qué triste.
—¡No, no quise decir eso! —Se alarma—. ¡Lo que trato de decir es...! —Se queda trabada un momento y baja la voz para continuar—. Soy Delilah —murmura.
—¿Disculpa? —No escuché bien.
—Soy Delilah —repite.
—¿Qué? —Escuché, pero quizás el helado tenía alcohol.
Eso no tiene lógica.
—¡Soy Delilah! —grita, avergonzada y más enérgica.
La observo extrañado.
—No, Delilah no viste así —aclaro—. ¿Te tomaste alguna copita o cómo, cuñada?
—¡No soy tu cuñada, soy tu esposa, no he tomado nada y me visto así porque estoy con la ropa de Dahlia! —grita alterada y quedo en shock—. ¡Estúpido, eres tan lento, por eso te engañé, imbécil!
Oh, cielos, sí es Delilah.
Frunzo el ceño.
—Me engañaste, otra vez —digo lo último molesto.
Se sobresalta, reaccionando.
—Lo siento, me alteraste —expresa nerviosa—. Yo no quería...
—O sea, te intercambiaste con Dahlia, ¿hace cuánto?
—Eh, uh, desde... bastante, cuando te conté que iba a visitarla, ella sugirió esto y... —Traga saliva—. Yo acepté.
—Todo este tiempo... —Enarco una ceja, desconcertado—. ¿Estuve coqueteando con Dahlia?
—¡Ah, pero a mí no me molesta! —Alza las manos, en señal de rendición—. ¡No te preocupes!
—¡¿Cómo qué no?! —Me altero—. ¡¿Te estuviste revolcando con mi concuñado?! ¡¿Acaso tienes un límite, Delilah?!
—Eh, uh... no sé.
—¿No lo vas a negar?
—Solo pasó. —Ríe, nerviosa—. Aunque terminó siendo otro aprovechado. —Bufa.
—¡Nos vamos ya! —dictamino.
—Pero... ¿Y Dahlia?
—¡¡A quién le importa, ya lo arruinaste otra vez!! —Empiezo a caminar.
—¡Arak, escúchame! —Me sigue—. ¿No entiendes mis indirectas? ¿No quieres saber por qué intercambiamos?
Me detengo, así que ella hace lo mismo.
—Tienes razón, tú te quedas, yo me largo, ¡haz fiesta con tu nuevo amante, ya no me importa! —Alzo la voz y vuelvo a caminar.
—¡Arak, pero...! —Me continúa persiguiendo—. ¡Tienes que hablar con Dahlia al menos!
—¡No, esa es otra mentirosa, no quiero saber nada!
—¡Pero, Arak...!
—Concuñado. —Llega Hans, impidiéndome el paso de la siguiente puerta, así que me detengo—. No pude evitar escuchar, relájate, hablemos.
Presiono el puño, irradiando ira, explota, lo agarro de su bonito y caro traje, entonces lo empujo hacia la pared.
—¡¡Te acostaste con mi mujer!! ¡¿Lo sabías?! —cuestiono irritado.
—No —dice tranquilo.
—No te creo nada. —Le pego un puñetazo.
—¡Oh, cielos! —grita Dahlia, llegando a la escena.
Evito cruzar mirada con ella, para seguir mi camino.
—Concuñado, por favor. —Hans se limpia la sangre del labio partido, mientras se levanta del suelo, despacio—. Seamos civilizados, no te vas a ir así, me preocupas.
—¡Preocúpate por ti!
Doy un portazo y me largo. Váyanse al diablo, todos.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lo admito, me reí cuando Arak le pegó un puñetazo a Hans 😂