No sé cómo, pero Hans y yo terminamos divirtiéndonos, con un juego de mesa, uno de esos de palabras cruzadas. Adivina adivinador, ¿quién ganó? ¡Yo!
—¡Soy la diosa de este juego! —Me levanto de mi silla, para gritar mi victoria consecutiva—. ¡En tu cara! —Lo señalo y se ríe.
—¿Y no me das la revancha? —Acomoda las letras.
—Bien. —Me siento—. Pero vas a perder de nuevo, jo, jo, jo —me burlo.
—Cálmese, señora Claus, tiene que ser una buena ganadora y no burlarse de la desgracia ajena.
—¡Claus, ay, diosito! —Me río de su mal chiste—. Así se ríe Santa, ¿no?
—Si es tu risa real me tengo que asustar —bromea.
—¡Tiembla ante el monstruo, pues la verdadera es peor! —expreso en voz alta—. Habrá que esconderse. —Sonrío en amplio.
—Qué miedo.
Volvemos a jugar. Es fin de semana, así que podemos hacer varias partidas más. Luego se hace de noche y terminamos comiendo helado, mientras vemos una película en la cama.
Parece que el juego de cruzapalabras, alivió toda la tensión que había entre nosotros. Al menos la rigidez que yo misma me generaba. Esta película no, esta película me causa nervios.
—¡Ay, ahí viene, ahí viene! —repito con miedo, viendo como la protagonista se esconde del asesino—. ¡La va a matar! —chillo y me agarro del brazo de Hans.
—¿Quieres que cambie? —consulta él.
—E... est.... estoy bien. —Río nerviosa—. ¡Ah! —grito cuando la apuñada—. ¡La va a matar!
—A ti te encantan estas pelis, no sé por qué reaccionas así. —Se carcajea—. Ese encuentro con tu hermana te hizo mal, eres más tonta.
—Oye, ¡¿qué te pasa?! —Le pego.
—Bien, no me golpees, ¿qué quieres ver?
—Pero si estábamos... —Reacciono, viendo que terminó la película—. ¡Ah, ya acabó! ¡¿Qué pasó?! ¡¡No entendí!!
—Se murió.
—¡Ah, por eso no me gustan estas pelis! —me quejo.
Se ríe.
—No todas las películas de terror terminan mal, ya deberías saberlo.
—Qué horror.
—¿Qué pongo? —Deja el control y se come lo que le queda de su pote de helado—. ¿Te pongo a ti?
—¡Cállate, pervertido! —Le tiro la almohada en la cara.
—Ay, mi helado. —Hace puchero cuando se le cae de la cama.
—Ya te lo habías comido.
—Insisto. —Agarra el control y avanza entre la elección de películas que hay en la plataforma de streaming—. ¿Qué pongo?
—¡Esa! —chillo, visualizando una romántica.
—Ah, mira, la cursi.
—No soy cursi, me gusta esa peli, nada más.
—Sigue siendo cursi —continúa la burla.
—Como sea, ya iníciala.
La selecciona.
—De acuerdo, dame lo que queda de tu helado. —Mueve la mano y le doy el pote, ignorándolo para ver la peli—. Gracias.
La noche continúa tranquila hasta que en la película llega la escena del beso. Mi anteúltimo beso fue de un tipo que me quiso meter la lengua hasta la garganta y me dio tremendo asco. Pienso en mis amantes y solo siento desagrado. Para qué mentir, los mejores besos los tiene Arak, por eso para borrar lo repugnante terminaba besándolo. Huele a menta. Miro de refilón a Hans, que al final se quedó viendo la peli. Hans huele a... café.
Ah, huele a café, ¿habrá tomado café ese día?
—Amo el café —susurro.
—¿Quieres que haga? —consulta al oírme.
—¡Sí! —chillo, luego reacciono—. ¡No, mi récord!
Se ríe.
—¿De qué récord hablas?
—Intento abstenerme del café, pues soy adicta, y después me duele la panza, por idiota. —Río nerviosa.
—Un poco no hará daño.
—Un poco se hace una taza, luego dos, después tres, más tarde...
—Ya entendí. —Ríe de nuevo—. ¿Entonces qué hacemos?
Tómalo tú y lo pruebo de tus labios, ¡ah, eso no!
Ay, no, ya caí, solo por un juego de mesa y unas pelis.
Y café, obviamente, café.
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Lo admito, me costó un montón que Delilah se interesara por Hans, Dahlia en ese aspecto me fue más fácil con Arak 🤣