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Delilah

¡La casa más grande del mundo! Esto es el doble, no, el quíntuple, ¡no!, la décima parte de mi casa, multiplicada por mil. Y lo digo porque no termino de explorarla, llevo una semana aquí y ni sé dónde se encuentra el baño.

—¡Ah! —grito cuando llego a la cocina y me encuentro con Hans.

Me sorprendí, no creí que estaba allí.

—¿Qué te pasa? —Me mira, extrañado.

Mi culpa no es, ya me había acostumbrado a estar sola.

—¿Por qué volviste? —se me escapa.

—Intento recomponer nuestro matrimonio, ¿y me dices eso?

Mierda.

—Ah, sí, perdón. —Me río, nerviosa.

Sonríe, deja la taza que bebía y se levanta de su asiento. En medio del susto, me giro para irme, pero me atrapa, abrazándome por detrás.

Oh, no, mi abstinencia, mi récord de treinta días está por destruirse. ¿De qué hablo? Pues...

Dahlia

—¡¿Ninfómana?! —grito, levantándome del sillón, delante del terapeuta—. ¡¡No soy ninguna ninfómana, esto es una falta de respeto!! —Observo al marido de mi hermana, que se mantiene sentado—. ¡¿Para esto me trajiste aquí?! ¡¡Eres un desvergonzado!!

El moreno me mira, enfadado.

—Tolero a todos tus amantes. —Frunce el ceño—. Ahora te aguantas la sesión de pareja.

Mierda, en qué me metí.

—¿Amantes?

—El primer paso es aceptarlo —expresa el terapeuta—. ¿Cómo vas con tu abstinencia?

—¿Abstinencia? —Quedo más confundida—. Qué sé yo, hace mil años que no tengo sexo. —Me cruzo de brazos.

Estúpido, Hans.

Un segundo, esta no es una terapia con mi verdadero marido. Además, yo me escapé de él porque lo estafé. Obvio, no le conté eso a mi hermana, pero ella debió haberme aclarado esto.

¡Alto! ¡¿Quiere decir que están follando?! ¡Debo llamarla! ¡No! ¡¿Para qué?! A ese tipo no le calienta ni un termo. Aunque no debería preocuparme, yo lo traicioné, pronto toda su empresa estará en ruinas. ¡No sentiré lástima por ese imbécil!

Ah, se me revolvió el cerebro.

Ah, se me revolvió el cerebro

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Delilah y DahliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora