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Dahlia

Traigo el botiquín mientras Hans abre una botella de coñac y se sirve una copa. Lo ignoro, luego de darle el algodón, camino en círculos antes de dirigirme a la puerta, para buscar a Arak. En un momento, mi marido me detiene, ni siquiera toca el ungüento que le traje, solo se pone delante de mí.

—¿A dónde vas? Deja que su esposa se haga cargo —sugiere.

—Pero...

—Te mancharás los zapatos, todavía el lugar está embarrado por las lluvias del otro día. Tú no harías eso, te lamentarás luego.

Miro mis pies, reacciono, entonces me quito el calzado, lo apoyo de manera brusca en su chaqueta.

—Listo, problema resuelto. —Salgo corriendo.

Hay veces que debemos tomar riesgos y cambiar de actitud, incluso aunque no te guste lo que estás haciendo, pues si no lo intentas, nada se trasformará en tu vida.

Delilah

Mi hermana se va y yo me quedo quieta. Por extraño que parezca, Hans no la sigue, solo deja caer los zapatos de Dahlia que ella le dio, luego se dirige a servirse un poco más de coñac.

—Te vas a emborrachar —aclaro.

Se ríe, entonces se sienta en el sillón más cercano.

—¿Sabes? Yo no me enojé con Dahlia, no lo hice como él.

—¿Te refieres a Arak? —consulto—. ¿A dónde quieres llegar? —Intento entender.

Suspira, entonces observa su copa. Le escuece cuando toma un sorbo, por la herida del labio partido, así que deja de beber. Abandona su vaso en la mesa pequeña, la cual tiene al costado.

—Creo que recibí un golpe de realidad.

No sé por qué, pero siento que todo se pone en su sitio

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No sé por qué, pero siento que todo se pone en su sitio.

Atte, Vivi.

Delilah y DahliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora