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Dahlia

Llueve un montón, mis zapatos se ensuciaron, Delilah me ha prestado unos. Lo curioso es que ha intentado decirme algo varias veces y no ha podido. Se ve un poco graciosa haciendo caras, quisiera saber qué intenta decir para no reírme de sus gestos. Había olvidado lo divertida que podía ser, le tengo un poco de envidia, es tan carismática, todo el mundo la quiere.

Nos encontramos en el comedor, todos juntos, esperando la cena.

—Cuñada. —Hans me entrega una copa—. Estoy seguro de que este te gustará. —Me sirve de mi vino favorito.

Quedo tildada un segundo, luego reacciono. Sería imposible que lo supiera, él piensa que soy Delilah, no conoce sus gustos.

—Gracias —digo seria y tomo un sorbo.

Intento no mirarlo para tranquilizarme. Me pone nerviosa su cercanía, su mirada intensa y todo lo que conlleva Hans en sí. Yo lo traicioné, así que me quiero ir rápido antes de que ocurra cualquier cosa.

—Arak —Hans menciona a mi verdadero cuñado y casi que chillo cuando de repente se sienta en una silla próxima a mí—. Dime, ¿cómo es estar casado con una mujer tan entusiasta? Escuché que Delilah es alguien con mucha energía.

—Sí. —El moreno lo mira y sonríe—. Delilah es especial.

—Dahlia también lo es, tiene mucho carácter, no se deja pisotear por nadie. —Observa a mi hermana—. ¿No, mi amor?

Ella se sobresalta.

—Sí —responde y ríe nerviosa—. Soy capaz de lo que sea.

—Lo sé. —Gira su vista hacia mí—. Oí que ustedes tienen una relación más abierta, ¿cómo es eso? Quiero decir, lo que pasa es que Dahlia y yo somos más tradicionales, no entendemos de esas cosas, estaría bueno instruirse en lo nuevo.

—No es que seamos libertinos —expresa algo enfadado Arak—. Es que la relación no estaba bien, así que Delilah decidió buscar por otra parte.

—¿No estaba? —Enarca una ceja—. O sea, que ahora están bien, me alegra. A veces la relación necesita cambios para mejorar, se comprende —lo dice en un tono tan suave que me agarra un escalofrío—. ¿Tienes frío? Day puede prestarte un saco.

—No, no importa, gracias. —Intento no mirarlo.

—Insisto —expresa en tono grave, como dominante, así que termino por aceptar y me levanto de mi silla, entonces él hace lo mismo—. Te acompaño.

—¡No! —chilla Delilah de repente y se inclina para pararse.

—¿Por qué no, cariño?

—Yo la acompaño. —Ríe nerviosa.

—Tú quédate y atiende a nuestro invitado. —Señala a Arak—. Seguro tienen mucho de qué hablar.

—Ah, de acuerdo —dice no muy convencida y se vuelve a sentar.

Esto está demasiado tenso, al menos Arak está feliz con la comida. Lo dejamos tranquilo comer con Delilah y nos dirigimos al cuarto. Hans busca en el ropero, entonces me encuentra un chal.

—Gracias. —Continúo sin mirarlo y me cubro con aquella tela—. No hacía falta, pudiste habérselo pedido a una mucama.

Siento su mano en mi barbilla y termina levantándome la cara. Acabo encontrándome con sus ojos grises, esa mirada intensa de la que estaba huyendo. Se acerca a mi rostro y retrocedo.

—Considero que estás confundido —aclaro, intentando disimular.

—Confundido, ¿yo? No lo creo.

—Tu esposa es Dahlia, no te hace bien tomar mucho.

Sonríe con malicia.

—No he bebido nada, Day, yo sé muy bien quién es mi mujer, la reconocería a kilómetros, pero no es necesario, pues la tengo justo en frente. —Hace una pausa, luego ríe un poco—. Irónico, ¿no? Has ido muy lejos y me preocupé por tus botas.

—¿Mis botas? —Miro mis zapatos, confundida—. Tu esposa los pidió.

—No pienso que Delilah sepa esos detalles, no te conoce tanto como yo. Vamos, deja de fingir.

Trago saliva y alzo la vista a mirarlo.

—¿Desde cuándo lo sabes? Bueno, la personalidad de Delilah es muy diferente a la mía, pero... creí que estarías trabajando fuera y no lo notarías.

—No hizo falta, yo te descubrí antes. No escuchas cuando te hablo, ¿cierto? Dije que me preocupé por tus botas, te fuiste un día de lluvia. Yo sabía tu plan antes de que lo ejecutaras, también sé lo del intento de estafa, yo lo sé todo de ti, Dahlia, no puedes engañarme.

Frunzo el ceño.

—No digas estupideces, dejaste de prestarme atención hace mucho tiempo. ¿De verdad quieres que asuma que solo dejaste de trabajar para darme una lección? Solo te estás vengando, descubriste que te estafé y te molesta que te hayamos engañado con Delilah, solo admítelo y ya.

Rueda los ojos.

—No, cariño, es cierto que me molestó que me estafaras, pero nunca llegaste a engañarme, pues yo lo supe antes. —Hace una pausa—. Bueno, sí, me engañaste con Arak, pero es perdonable, solo fueron besitos. —Se ríe—. Aunque lo mío con Delilah sí fue otra cosa.

Me sonrojo.

—¿Tú qué sabes? Imposible que estés al tanto de si tuve intimidad o no con Arak, y no quiero conocer los detalles de lo que hiciste con mi hermana. No digas bobadas, guárdate tus comentarios.

—Sabía que no lo harías, no te vas con cualquiera después de todo, en cambio, tu hermana...

—Cállate, no hables mal de ella —me quejo—. No entiendo qué quieres, ¿qué estás diciendo?

—No quiero nada, solo bajar y seguir cenando. Digo, a mí no me van a romper el corazón a pesar de esto que hicieron. Aunque a Arak ¡Uf! Quién sabe, él sí, él sí pienso que es la única víctima, pobre hombre —se burla.

Presiono los dientes.

—No hables mal de Arak, es fuerte, sensible y atento, no como tú. —Ruedo los ojos—. Que tuve que armar toda una tramoya para que me prestaras atención. Esto es inaudito, ya ni siquiera deseo ese interés. —Da un paso hacia adelante y retrocedo—. Estás loco, no te me acerques.

Se ríe.

—Lo dice la que se intercambió con su hermana.

Mierda, tiene razón.

            Mierda, tiene razón

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Delilah y DahliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora