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Delilah

Me pongo una camisa blanca, una falda de jean y unos zapatos celestes, salgo del cuarto, entonces me dirijo al estacionamiento donde Hans me está esperando. El chófer me abre la puerta de su auto y me siento al lado del marido de mi hermana.

—¿En serio debo acompañarte al trabajo? —me quejo.

—Tú misma me dijiste que te dejaba abandonada.

Yo y mi gran bocaza, exageré con la dramatización.

Finjo reír y lo hago en alto, estando nerviosa.

—Tienes razón, lo había olvidado.

Maldición.

El viaje pasa tranquilo, sin ninguna situación y en silencio. Llegamos, es una gran empresa automovilística, estoy impresionada. Bajamos del auto y sigo a Hans por el pasillo, pero lo pierdo cuando me cruzo con otro hombre, el cual me guía a otro ambiente, sin yo poderlo detener.

—Dahlia, ¿qué haces aquí? —expresa sorprendido.

—¿Disculpa? —le digo al castaño.

—Me aclaraste que escaparías.

—Ah... —Hago una pausa, intentando procesarlo en mi cerebro—. Ah, sí, sí, pero hubo cambio de planes.

Decido seguirle la corriente, pues no estoy muy segura de lo que sabe este hombre. Ahora solo tengo que averiguar su nombre, sin parecer que no lo conozco. 

 

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Delilah y DahliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora