Caminamos por el jardín con Hans, dejamos el salón por mi capricho. Bueno, en realidad no lo debería llamar así. Si te sientes incómoda en un lugar, debes irte de ahí. La salud mental es primera. Aunque teniendo a mi cuñado, rondándome, pensando que soy mi hermana, no la puedo cuidar mucho.
Mi cabello cobrizo se mueve al sentir la brisa, así que también a mi cuerpo le da un escalofrío.
—¿Tienes frío? —consulta Hans.
—Estoy bien —aclaro, pero noto como me pone su saco—. Estoy bien —repito a regañadientes.
—¿Por qué me odias?
—No te odio. —Bufo.
—¿Entonces?
Enarco una ceja.
—¿Entonces qué?
—¿Por qué el desdén?
—Me molestan los acosadores.
Se ríe.
—¿Qué dices? Qué graciosa.
—No es gracioso, son seres manipuladores y desagradables.
—¿Me consideras un acosador?
—Quizás —susurro.
—No te doy tregua, ¿eh? —se burla—. Es tu culpa por no prestarme atención.
¿Y por qué iba a hacer eso? Es el marido de mi hermana y ella no me dio ni una respuesta concreta por lo que siente por él. Sin contar que piensa que soy ella y no estoy con ganas de seguirle el juego.
—Disfrutas de perseguirme, pero nunca me vas a atrapar. —Hago un juego de palabras con una de las definiciones de acosar.
—Qué mala. —Se ríe.
—Me buscas cuando ya no te presto atención, es para pensar, ¿no?
Se forma un silencio.
—Quizás. —Hace otra pausa—. ¿Qué tengo que hacer para conseguir a mi presa? —Me sigue el juego de palabras anterior.
—¿Sabes la definición de acosar? —consulto.
—Perseguir sin tregua ni descanso a una persona para atraparla o a un animal para cazarlo.
Sonrío.
—¿Te gustan los juegos de palabras?
—A veces.
—Bueno, al menos es algo, ya tenemos una cosa en común.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.