Estas cosas me pasan por no ser atenta. Si prestara atención más seguido, Hans no me hubiera besado. Espero que mi hermana no se enoje, aunque si intercambió conmigo, quizás le pasa lo mismo con el marido, ya no siente nada por él, y por eso se fue. Sin contar que los hombres que conozco se aprovechan de mi estupidez, pero eso seguro no le ocurre a ella.
—¿Qué estás haciendo? —consulta Hans, viendo que me estoy yendo del cuarto con una almohada en la mano.
—Dormiré en alguno de esos sillones caros.
Enarca una ceja.
—¿Por qué?
—Mira, sé que dije que te dejaría reparar esta relación, pero simplemente no puedo, así que tomemos distancia.
Se levanta de la cama y camina hasta mí.
—¿Hice algo malo?
Sí, besarme.
—Nah, no eres tú, soy yo, y toda esa sarta de frases cliché que se dicen cuando necesitas espacio.
Se ríe.
—Qué graciosa.
—Lo sé, ya me fui.
—Tú no te vas. —Toma mi mano y se me cae la almohada—. Vuelve a la cama —dice firme.
—No —expreso determinada.
—¿Por qué? —insiste.
—Ya te dije.
—¿Quieres terminar conmigo o qué? —pregunta de repente—. Es que no te comprendo.
—No.
Es que si termino contigo, ¿a dónde me marcho?, ¿debajo de un caño? Ni siquiera sé cuánto tiempo voy a estar aquí, pero fingir ser mi hermana es complicado. Dahlia debió haber venido con un manual de instrucciones, aunque ciertamente yo tampoco le di el mío.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.