xᴠɪɪ | ᴍɪᴇᴅᴏ

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Una semana había pasado desde aquel día, una semana llena de descubrimientos y sonrisas, una semana repleta de aventuras y aprendizaje, una semana encaminada a buscar oportunidades que traían un gran desasosiego al no tener respuesta

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Una semana había pasado desde aquel día, una semana llena de descubrimientos y sonrisas, una semana repleta de aventuras y aprendizaje, una semana encaminada a buscar oportunidades que traían un gran desasosiego al no tener respuesta.

El espíritu luchador de Tamara no le permitió quedarse en casa; haciendo gala de su personalidad imponente y sonrisa bonita logró conseguir unas horas como empacadora en un modesto supermercado justo al cruzar la calle; podía moverse con facilidad, libertad y optimismo; le habían brindado una camisa color verde oscuro que identificaba al personal y esos jeans pegados resaltaban unas curvas que podían parar el tráfico.

Aquel día en particular -el tercero trabajando- ocupó el turno de la tarde; un sin sabor en su interior la tenía presa de la ansiedad; Venus no se despidió como de costumbre, había pasado el día entero encerrada en su habitación haciendo llamadas, además, en la mañana no estaba bailando ni hablando hasta por los codos, ese despertar que a la ojos grises le estaba fascinando.

El vacío se hizo enorme y solo presagiaba una cosa: absoluta precaución.

A pesar de que aún estaba tomando la práctica necesaria para empacar, se esforzó el doble para obtener la mayor cantidad de propinas que los clientes le daban. ¿Su misión? Sorprender a Vida con un helado y claro, llevarle a Venus uno de los chocolates amargos que observó tanto le gustaban.

Feliz y emocionada regresó a casa con el objetivo logrado, se sentía tan orgullosa de sí misa que subió corriendo las escaleras, pero al entrar al apartamento ese abrazo de bienvenida grupal no se dio; solo la pequeña la esperaba junto a la abuela.

Cierra tus ojitos pidió a su hija quien alegremente la obedeciótoma mi amor, ojalá te guste.

La niña se lanzó a sus brazos agradeciéndole ese maravilloso regalo y sin pensarlo dos veces fue a la cocina por 2 cucharas para compartir con la abuela.

¿Venus sigue en su cuarto? cuestionó a Ruth cuando la pequeña se marchó.

No, me dijo que necesitaba pensar y salió aquella respuesta enfrió el estómago de Tamara, se imaginó mil escenarios posiblesno se llevó las llaves del auto, ni su bolso; supongo que está en la azotea, es su lugar.

¿La azotea?

El techo del edificio hija, se llega al último piso y subes unas escaleras de metal. ¿Quieres ir?

No quiero molestarla, solo saber si está bien

Créeme que tú presencia jamás la molestaría, al contrario, es lo que necesita.

Luego de algunos minutos la ojos claros salió del hogar con todo el brío de su alma

¡Carajo, niña! ¿No podías salir a pensar abajo en el jardín? habló consiguió misma frente al ascensor enfrentando los 10 pisos del edificiovamos Tamara, tú puedes. Ella dijo que era seguro.

𝘽𝙀𝙉𝘿𝙄𝙏𝘼 𝙌𝙐𝙄𝙈𝙀𝙍𝘼 ♀♀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora