xxxɪɪɪ | ᴍɪ ᴜɴɪᴠᴇʀꜱᴏ

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Los sentimientos son el remolino que arrastra todo a su paso sin medir consecuencias, solo el amor podrá traer la claridad a los nuevos días.

La abuela solo negó sacando a Tamara de la habitación abrazada por un costado. Dándole el apoyo que solo ella sabía que necesitaba.

- Lo arruiné abuela.

- No hija, no lo hiciste - pacientemente la tomó por el rostro limpiando las lágrimas que inútilmente trataba de retener - es mi nieta, pero no la defenderé por lo injusta que está siendo contigo; déjame que hable con ella.

- No, ya no importa - negó respirando profundamente - además, no confía en mi, piensa cosas que no son de Leticia; yo amo tanto a Venus, no podría engañarla nunca, quizá me apresuré con todo esto, no quiero que sienta mal.

- ¿Y tú sí?

- Yo tengo la culpa por no decirle la verdad desde el inicio, solo tenía miedo de que me viera fallar, pero entendí tarde que una pareja debe estar en las buenas y malas ¿no? - suspiró - bueno, al final la vida no es un cuento bonito, ni como las revistas.

Sacando esas fuerzas de fiera dentro de su corazón secó las lágrimas, arregló su hermoso vestido y fue a la sala con una sonrisa que no le pertenecía en el rostro pues era presa de una enorme tristeza; un sentimiento que solo reconoce quién te ama de verdad.

- ¿Está todo bien con Venus? - cuestionó la pelinegra al verla regresar - solo te esperaba para despedirme, siento que metí la pata.

- Si, solo está cansada. Tranquila, jamás te dije que ella no sabía, pero evita por favor hablar de mí, lo que yo haga o deje de hacer es cosa mía, ni tuya ni de nadie. No te metas dónde no te llamen

- Tienes razón, perdóname por hablar de más, pero tú sabes que no puedo callarme lo que pienso y menos contigo - respiró profundo acercándose para susurrarle aquello - eres una mujer increíble Tamara, no te conformes con menos de lo que mereces.

- ¿Que carajo sabes tú qué merezco y que no? - cuestionó frustrada - ¿A qué te refieres?

- Que si yo fuera ella, sería la más feliz, la más orgullosa del tremendo mujerón que eres - confesó - Venus solo ve por su bienestar, es una niña consentida; no tiene ni idea cuánto sudor y trasnocho cargas encima para salir adelante, los calambres por estar tantas horas de pie y manejando la bicicleta, el tiempo que pasas sin comer cuando tienes muchos pedidos ¿Acaso lo sabe?

- Venus me dio una mano cuando yo no tenía ni con que comer, pero más allá de eso, me dio un hogar el cual respeto y amo por sobre todas las cosas; agradezco tu preocupación, pero limítate a ser mi amiga que no te he pedido consejos. ¿Entendiste?

- Perfectamente, lo siento. Pero solo una cosa; no dejes que su inseguridad te haga dudar de lo increíble que eres, un sueño de mujer - confesó - permiso.

La pelinegra despidiéndose con timidez se marchó sin mirar atrás dejando a Tamara casi congelada en el umbral de la puerta; adoraba a Venus y la defendería a toda costa, frente de quién sea, pero, ¿Y si Leticia tenía razón?

La cabeza era un caos, el mundo daba vueltas, la desilusión se instaló en el pecho pero una luz se asomaba en ese laberinto oscuro de sentimientos encontrados; Adela había escuchado absolutamente todo lo que Leticia dijo, aunque Tamara ni siquiera notó su presencia.

Es que la ojos grises estaba totalmente ausente, con ganas de salir corriendo y sin duda eso haría; después de recoger todo en absoluto silencio se llevó a Vida al cuarto para que durmiera terminando de acentuar su dolor al explicarle a la pequeña que aquella noche no podría despedirse de Venus cómo habitualmente lo hacía, debía darle su espacio y para ser del todo sincera con ella misma: ¡No la quería ver!

𝘽𝙀𝙉𝘿𝙄𝙏𝘼 𝙌𝙐𝙄𝙈𝙀𝙍𝘼 ♀♀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora