Capítulo 13. Sofocante inestabilidad

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Ellen Beckett

La suerte parece ser mi enemiga.

Me he equivocado cientos de veces en la vida, pero ahora realmente me superé. Dios, se me caía la cara de vergüenza. Había acusado a Adam de haber mandado a golpear a Max.

Según lo que le dijeron esos mal nacidos a Max mientras lo golpeaban, todo parecía indicar que la persona que los enviaba era Adam. Fui tan estúpida como para dejarme llevar por el enojo y la rabia que sentía. Tanto que ni siquiera medí las consecuencias de mis palabras.

De seguro Adam ahora me odia. Y si es así, me lo merezco por pendeja. Es que no debí acusarlo. ¡No debí, carajo!

Y me siento tan estúpida porque ahora sé que no fue él, sino que fue el maldito ese.

Por amor a Dios, ¿acaso no piensa dejarme en paz?

La nota que estaba en mi casillero decía:

"Te advertí que lo dejarás, pero no lo hiciste, entonces tuve que darle una lección a tu novio. No volveré a advertir en vano, belleza, lo dejas o lo dejas. Y... ¿Qué te pareció mi divertido juego? Dudaste de tu otro amor, ¿no es así? Ja. Qué sentimientos más revueltos tienes, belleza. Haz lo que te digo. O si no, las personas que más quieres pagarán por tu rebeldía."

Att: Tu fiel acosador, porque así me llamas, ¿no?

Quise estampar mi cabeza contra el casillero cuando la terminé de leer. Me sentí la persona más idiota del mundo.

¿Cómo pude dudar de él?

¡¿Cómo?!

Vaya forma de empezar un lunes.

Paré de quejarme de mi innegable torpeza y me salté las primeras clases del día. Fui directo hacia el departamento de economía. Tal vez era una locura, tal vez no iba a perdonarme, tal vez iba a ignorarme o a gritarme que estoy loca, pero necesitaba pedirle perdón.

Adam no merecía que lo acusara de esa manera, no lo merecía. Menos que lo hiciera alguien como yo, alguien que se supone que lo conoce desde años atrás. Por eso y por mi estupidez es que me duele, me quema el alma, haber hecho algo tan... Ni siquiera encuentro palabras para lo que hice.

En ese momento no me importaba nada, ni el acosador, ni mi alto grado de idiotez, solo me importaba pedirle perdón y hacerle saber que me equivoqué y que realmente confío en él.

Fue mala idea traer tacones este día, aunque no sabía que iba a hacer esto, el caminar hasta economía para suplicar por una disculpa.

Es que cuando repartieron la suerte, yo fui la última en la fila. Me la quedaron a deber y nunca me la dieron. Es más, hasta se olvidaron de mi existencia.

Tardé casi un siglo en llegar, pero finalmente lo hice. Faltaban solo cinco minutos para que la campana sonara y todos salieran. Fui rápidamente a las aulas donde recibían clases, los de Negocios, no obstante, antes de llegar alguien me sujetó del brazo bruscamente.

Las escaleras me parecían eternas, aún más con ese idiota que me había agarrado del brazo.

— ¿Qué hace esta preciosidad aquí? — preguntó al aire, sus amigos solo se rieron —. ¿Acaso te perdiste o es que vienes a buscarme, preciosa?

— No, vengo a buscar a tu abuela — suelto de golpe.

— ¿Por qué te enojas, preciosa? — ignoró mis palabras, a simple vista no le causaron nada.

— Suéltame o te arrepentirás — le advertí.

— ¿Qué me hará una chica como tú? — preguntó sonriendo.

Inocente Obsesión © #2 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora