Inocente Obsesión © #2 [+18]

Capítulo 44. Todo llega a su fin

Varios minutos antes...

Max Harrison

Finjo estar concentrado mirando el cuadro frente a mí, Adam hace lo mismo, parecemos dos tontos, sinceramente. El momento no es nada incómodo, solo... extraño. No sé qué decir, y por lo visto él tampoco, pero parece que ambos estamos bien con eso.

Saqué mi celular del bolsillo trasero de mi pantalón y le envié otro mensaje a Iván, ya debería estar aquí. Hace media hora me dijo que estaba cerca, pero no lo veo por ningún lado. Él no es así, siempre me avisa sobre cualquier inconveniente, sí, por muy absurdo que este sea. Y tal vez no debería preocuparme, pero no puedo evitarlo.

Max: ¿Dónde estás?
Max: ¿Por dónde vienes?
Max: ¿Pasó algo? Joder, dime. ¿Por qué no has llegado?
Max: ¡Respóndeme, Iván!
Max: Por favor, que estoy empezando a preocuparme.

No respondió e incluso noté que los mensajes dejaron de llegarle, entonces en un intento desesperado decidí llamarle y, para mi mala suerte, me mandó al buzón. Mi corazón inmediatamente se aceleró, y siento como si algo no está bien. Algo pasa. No sé qué es, pero puedo sentirlo.

— ¿En serio renunciaste a ella? — me pregunta y yo no me inmuto en absoluto, ya que es una pregunta que sabía que quería hacerme desde hace varios días —. ¿Por qué lo hiciste, Harrison? ¿Por qué renunciar si la amas? No lo entiendo.

Me hice esa pregunta muchas veces, pero siempre llegaba a la misma respuesta, a la misma conclusión. No renuncié, simplemente entendí lo que me negaba a aceptar en un inicio.

— Mira, Hansley, yo no renuncié a ella — suspiro y lo miro —. Ellen es mi alma gemela y yo la suya, así de simple. Ella y yo siempre tendremos una conexión especial, pero no necesariamente tiene que ser una conexión romántica, ¿me entiendes? Amo mucho a Ellen, ella tiene un lugar privilegiado en mi corazón, pero al igual que ella, también encontré a la persona que es el amor de mi vida.

Adam me mira sin decir nada, sus ojos parecen perdidos por un momento, pero vuelve a mirar hacia adelante y dice:

— Yo no tengo esa suerte, ¿sabes?

— ¿A qué te refieres, Hansley?

— No tengo a nadie que sea mi alma gemela.

— Te equivocas. Todos tenemos una.

— Yo no, te lo aseguro.

— ¿No crees que Gabriel bien podría ser tu alma gemela? — hago una pausa, añadiendo emoción a mi pregunta —. Porque yo sí lo creo. Como te dije, un alma gemela no necesariamente tiene que ser romántica. Tú y Gabriel son dos  personas que se complementan perfectamente, hasta un ciego podría verlo.

Adam frunce el ceño, pensativo. Luego, sonríe.

— No lo había visto de esa manera — sonríe —. Aunque eso sí, sé muy bien que él y yo nos complementamos, tenemos una conexión extraordinaria e incomparable. Ni siquiera dudaría si algún día tuviera que dar mi vida por él.

— Y ahí tienes la respuesta. Si tienes tu alma gemela, Hansley.

— Gracias, supongo.