Capítulo 41. Beso de despedida

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Un año y cuatro meses después...

Ellen Beckett

— Ellen, por favor, vamos a esa fiesta — me suplica Iván.

— Ya te dijo que no, no insistas — le dice Max, girando los ojos.

— Lo sé, pero quiero que vaya, Maxim. No ves lo triste que está, quiero que se olvide de todo lo malo, por lo menos un rato — expresa Iván, preocupado.

Suspiro.

— Iré — digo.

— ¿De verdad? — inquiere, emocionado.

— Ellen, no lo hagas si no quieres, no te dejes influir por este tonto — me dice Max.

— Iré porque Iván tiene razón, Max. Ya es hora de que empiece a salir de nuevo. Debo volver a mi rutina, o crear una nueva. Pero no puedo seguir siendo prisionera de mis propias emociones. Debo liberarme poco a poco.

— ¡Esa es la actitud, mi amiga! — me abraza Iván —. Estoy tan feliz de oírte hablar así, Ellen.

— Decidas lo que decidas, sabes que siempre te apoyaré — me dijo Max, sonriendo.

— Te quiero por eso — le digo y él desvía la mirada.

— ¿Y has sabido algo de él? — pregunta haciendo referencia a Adam.

— No. Y no quiero saber tampoco — digo de manera tosca.

Mentirosa, claro que sabes de él. No mientas.

Iván y Max se miran.

Suspiro.

— Está con mi hermano resolviendo unos asuntos en Italia. Vuelven en tres días, creo — expliqué más tranquila.

Silencio.

— Lo miré Mónaco el mes pasado. Ha cambiado mucho —comentó Iván, rompiendo el incómodo silencio.

El impulso de preguntar si lo vio con alguien o si estaba solo fue muy fuerte, tanto que Iván lo notó y me contestó, sin que yo le preguntara verbalmente.

— No sé si estaba solo porque lo vi de lejos, no hablé con él.

A veces pienso en él y en cómo estará.

De hecho, muchas veces pensé en llamarle o escribirle, pero nunca lo hice porque a lo mejor él me ha superado y no es justo que yo vuelva a su vida como si nada hubiera pasado.

Sé que fui yo quien lo dejó, y en parte me arrepiento, no puedo cambiar mis acciones, solo puedo aceptar las consecuencias de estas.

— ¿Y si pedimos pizza? — pregunté, cambiando el tema.

— Sí, hagámoslo — responde Iván.

— Sí, ¿por qué no? — Max se encoge de hombros.

Me levanté a buscar el número de la pizzería que tenía guardado en uno de mis cajones, pero no contaba con que encontraría el diario que me regaló Adam hace un año, saqué el papel con el número y cerré el cajón. No estaba para sentimentalismos tontos, no podía volver a sentirme mal. No ahora que estoy tratando de mejorar un poco.

Inocente Obsesión © #2 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora