Capítulo 38. Seijaku

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Ellen Beckett

No sé qué más hacer, he intentado todo y Didi no quiere verme. En realidad, no quiere ver nadie. Ha estado encerrado en su habitación por días, no come, no sale para nada. Y estoy realmente preocupada.

Todos los días voy a tocar su puerta y llevo comida, esperanzada a que en algún momento abra y quiera hablar conmigo, desahogarse, o comer siquiera. Sin embargo, todos mis intentos no han tenido éxito.

Tengo miedo de que siga así por más tiempo, porque podría enfermarse y no quiero que le pase nada.

La primera semana, faltó a clases; la segunda, asistió, pero no le hablaba a nadie, solo iba y venía a encerrarse de nuevo. Sabía que Didi estaba sufriendo demasiado y que tenía todo el derecho a sobrellevar y sanar su dolor de la manera en la que a él le pareciera mejor, no podía cuestionarlo o regañarlo, no era algo que me correspondiera hacer. Yo, su hermana, solo podía estar a su lado para lo que necesitara.

Estaba de pie frente a la puerta de la mansión Hansley, el cielo se veía un poco nuboso, triste e incluso un tanto melancólico. Aisha no quería ir a mi casa por miedo de toparse con mi hermano, él la había estado ignorando, al igual que a todos, pero ella era muy sensible y no soportaría que mi hermano la mirase sin sentimiento alguno.

— Aisha, ¿estás bien? — le pregunto, asustada. Su cara estaba deshidratada, sus ojos llenos de ojeras, sus labios resecos y su mirada perdida.

— Eres la segunda persona en el día que me lo pregunta — me dice —. Y sí, estoy bien.

No le creo porque sé que ella también lo está pasando bastante mal, por eso no pregunto más y entro.

Su habitación está un poco desordenada. Hay lápices en el piso, hojas regadas en la mesa, en el sofá.

— He estado estudiando — explica —. Lamento el desorden.

— No, qué va. Tranquila.

Aisha comienza a recoger y a ordenar sus cosas.

— ¿Cómo está él? — pregunta en voz baja.

— Pues, sigue sin querer hablar con nadie, no permite que Gabriel o yo entremos a su habitación, pero está mejor. Mejor que al principio, claro.

— Fue horrible, ¿sabes? Nunca había vivido algo así — comienza a contarme —. Por un momento, creí que moriría junto con Alan, ese hombre, Noah, se veía como un demonio. Ansiaba venganza, y... aunque nosotros fuéramos la carnada, sabía que no era algo imposible que se deshiciera de nosotros después de lograr su cometido. Tuve miedo, Ellen — me mira con los ojos llorosos.

— ¡Oh, mi niña, lamento que hayas pasado por ese suceso tan traumático, pero mírale el lado bueno, no pasó a mayores y tú y los chicos están bien! — la abrazo y acaricio su cabello.

— Pero Dylan...

— Él estará bien, ya verás, mi hermano volverá a ser el mismo. O quién sabe y nos da una sorpresa mejorando su mal carácter, aunque eso solo un milagro podría hacerlo.

Aisha ríe entre lágrimas.

— No tiene mal carácter — me dice.

— ¿Qué no lo tiene, dices? Cuando era más pequeño, Didi insultaba a Gabriel, ¿por qué? Te preguntarás. Muy sencillo de responder. Gabriel le comía los nuggets, y sabes cuánto Didi ama los nuggets, Gabriel lo hacía para sacarle una expresión, ya que Didi siempre se sentaba a comer, serio. Otras veces, le quitaba su peluche de Toad, del honguito que sale en los videojuegos de Mario.

Inocente Obsesión © #2 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora