Capítulo 36. El paraíso

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Adam Hansley

Acomodo mi espalda en el asiento del avión, muevo mi cabeza, incómodo. Así no puedo dormir a gusto, por lo que abro los ojos y lo primero que veo es a Ellen leyendo el diario que le regalé en su cumpleaños.

Me siento avergonzado. No debería, pero me siento así. Cada palabra que he escrito en ese diario ha sido real, y sí, cada sentimiento plasmado es verdaderamente genuino.

— ¿Cuántas veces lo has leído ya? — le pregunto, curioso.

— Como veinte veces o más, creo — responde sin despegar la vista del diario.

— ¿Tantas? — asiente —. Supongo que ya te lo has de saber de memoria.

— Supones bien — sonríe.

— Entonces, ¿por qué lo sigues leyendo? — levanté una ceja.

— Porque cada vez que lo leo te imagino escribiendo cada letra, cada palabra, cada oración. Y eso, Adam, hace que quiera leerlo tantas veces como pueda.

Sonreí, feliz.

Saber que Ellen aprecia tanto lo que escribí en ese diario, me hace sentir más feliz que nunca. No creí que algo tan simple se convirtiera en un tesoro invaluable para ella, considerando que lo tiene todo.

— ¿Alguna vez has pensado en el número de hijos que quieres? — pregunta de la nada.

— Para ser honesto, no. Nunca he pensado en el tema de los hijos. Mi padre siempre ha dicho que tengo que darle un heredero, pero eso a mí me tiene sin cuidado, la verdad. ¿Y tú?

— Tampoco lo he pensado.

— ¿Pero quieres tener hijos, Ellen, o no es algo que quieras?

— ¿Qué me dirías si mi respuesta fuera no?

— Pues que está bien, porque es tu cuerpo, no el mío. Y tú decides si quieres dar a luz o no, Ellen. Yo voy a apoyarte siempre en lo que decidas.

— ¿Y si la respuesta fuera sí, qué dirías?

— Que acepto todos los que tú quieras darme.

— Te amo, en serio, gracias por decir eso — su mirada se ha tornado triste de la nada.

— Yo también te amo, pequeña fiera. Pero no entiendo, ¿por qué me lo preguntas? ¿No me digas que estás...?

La posibilidad de que Ellen estuviera esperando un hijo mío no me disgustó para nada, al contrario, solo de pensarlo me puse feliz.

— ¡¿Qué?! ¡No! No estoy embarazada.

— Ya me había ilusionado, ¿sabes?

— ¿Acaso quieres que nos maten nuestros padres? Porque yo no.

— No quiero enfrentar a tu padre y al mío al mismo tiempo, solo pensarlo me da escalofríos. Pero si así fuera, créeme, no me importaría y lo haría con mucho gusto.

— Gracias, soy feliz sabiendo que no me dejarías sola.

— Abandonarte no es algo que haría, de hecho, ni en mis peores momentos sería una opción. Estaré contigo todo el tiempo que me lo permitas, Ellen, que espero sea hasta que seamos un par de ancianos a los que les encanta comer galletas.

Inocente Obsesión © #2 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora