Epílogo

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Día de la boda

Ellen Beckett

Veo mi reflejo en el espejo y no lo puedo creer. De verdad que no me lo creo. En ningún momento de mi vida llegué a sentir que este día pudiera hacerse realidad porque, para mí, este momento siempre fue utópico. Estaba muy lejos de volverse realidad, pero tal parece que a veces lo que creemos que es imposible se vuelve posible con un golpe de suerte. O tal vez no fue suerte, tal vez después de todo si exista el destino. Y mi destino sea estar con él.

Estoy a punto de casarme con el único hombre que he amado desde pequeña, sin duda, no me lo puedo creer todavía. Estoy tan feliz, Dios, pero temo que sea uno más de mis recurrentes sueños. Sí, me aterra despertar y darme cuenta de que nada de esto es real, que otra vez estoy fantaseando dormida como acostumbro a hacer.

— Tranquila, no es otro de tus sueños — me dice Aisha, poniendo sus manos en mis hombros —. Es real. ¡DE ACUERDO! Esta boda, vuestra boda, es real. Y mi hermano tiene mucha suerte de que tú te conviertas en su esposa.

— Aisha tiene razón, así que quita esa cara, ¿quieres? No pretendas arruinar el momento — escucho la voz de Tatiana, quien entra a la habitación sosteniendo mi ramo de rosas.

— Es un poco normal que de pronto me sienta así, y os sabéis. Ambas os sabéis muy bien. Pero, de igual manera, soy consciente de que por fin estoy viviendo mi sueño de casarme con la persona que amo y que me ama también.

— Y es lo único que debería importarte — Tatiana pone el ramo en mis manos —. El ramo es maravilloso. ¡Ojalá me toque a mí! Y es que verte en ese hermoso vestido, me hace querer casarme también.

— ¿Ah, sí? — levanto una ceja —. Tanita, te recuerdo que tú le huyes al matrimonio.

— ¿Qué acaso no puedo cambiar de opinión? — rebate.

— Sí, pero...

— Pero nada. Vamos, te pondré el velo.

Sonrío.

— Aisha, ¿puedes ayudarle? — le pido y ella accede.

— Que sepas que nunca he puesto un velo en mi vida — menciona Tatiana.

— Yo tampoco, pero haré mi mejor esfuerzo — me dice Aisha.

— ¿Qué es lo peor que podría pasar? — pregunto, encogiéndome de hombros.

— Que se te caiga en plena ceremonia.

— O mientras bailas con mi hermano.

— Eso no va a pasar. Y si pasa, pues qué importa — sonrío.

Escucho que alguien da dos golpes suaves a la puerta, cuando entra noto que es mi hermano, Dylan, este entra y lo primero que hace es ir directo a Aisha, su novia, procede a besarla con pasión y Tatiana hace una mueca de asco.

Yo, me río. Extrañaba esto. La tranquilidad y comodidad que sientes al estar con las personas adecuadas. No puedo pedirle más a la vida, de hecho, soy muy afortunada. Lo supe desde que Dylan despertó del coma. Desde que Adam y yo solucionamos nuestros problemas. Incluso desde que mi vida mejoró después de ir a terapia. Lo necesitaba, en serio lo necesitaba.

La muerte de Max fue muy dura para mí. Hasta el día de hoy lo sigo extrañando, la verdad... creo que nunca dejaré de extrañarlo. ¿Cómo olvidar a quién me amó incondicionalmente? No puedo. Fui afortunada de poder encontrar a mi alma gemela en Max.

La separación de mis padres fue otro de los golpes más fuertes que me ha dado la vida. Al principio me negué a aceptar su divorcio, pero después de pensar racionalmente, me di cuenta de que era lo mejor. Ya no había amor, y... un matrimonio sin amor no es algo sano, por eso desistí de la idea de oponerme.

Inocente Obsesión © #2 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora