TRIGGER WARNING:
Hago una pequeña intervención antes de que se aventuren a leer el siguiente capítulo. A lo largo de este, van a poder encontrar: alusión a un abuso sexual, violencia y lesiones, sangre y comentarios racistas.
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Cuando el último grupo finalmente llegó, supe que todo acabaría mal.
Lo primero que ocurrió fue Joe, ignorando las reglas del piloto y dejando el cuarto dentro del hangar a paso raudo, con Sammy tratando de alcanzarlos y Martha, queriendo devolver al niño adentro. John no estaba. Se había ido a buscar el vehículo que nos llevaría por la carretera y Tony lo había acompañado en caso de que hubiera algún percance, pues al parecer, él sabía apañárselas con cualquier tipo de vehículo motorizado.
Sin ellos aquí, y siendo la segunda persona adulta en el grupo, me levanté de mi lugar para seguirlos también e impedir que Joe hiciera alguna estupidez. Hice una seña al resto de niños para que se quedaran en su lugar. La única que me siguió hasta el umbral fue Aleu.
Afuera, cruzando la entrada, aparecieron Denis y dos niños probablemente de ocho y nueve años. Miraban a su alrededor con cautela, luciendo inseguros hasta de respirar. Cuando vieron a Martha, el rostro se le llenó de alivio. Los vi correr hasta ella con premura.
—¿Qué sucede? —inquirió Martha, inclinándose a su altura para poder inspeccionarlos correctamente. Sammy tiró lejos de su agarre pero la mujer no lo soltó.
—Es Elena —le dijo uno en voz baja, para que Denis, que venía caminando atrás, no lo oyera—. Creo que está enferma.
El otro asintió con premura, dándole la razón.
—Él la llevó a una oficina para poder hablar antes de irnos, dijo que era importante —explicó, preocupado—. Cuando salieron, ella estaba mal. Creo... Creo que él hizo algo malo. No quiso moverse ni hablar en todo el viaje.
Mi cuerpo se tensó. Traté de ver a Elena, pero ella todavía no había entrado al hangar. Por un instante había creído que se había ido por su cuenta, como ya había intentado hacer antes. Pero no, ella sí viajó. Ella estaba aquí, pero no a la vista. Mal, enferma, había dicho el niño.
Cuando miré a Martha, ella estaba mucho más seria, casi temerosa. Les hizo un gesto a los niños.
—Vayan adentro con el resto —dijo.
Ellos obedecieron. Ella no me miró. Tragué saliva. Joe siguió avanzando hacia el piloto hecho una furia.
«Él la llevó a una oficina para poder hablar antes de irnos».
Denis no parecía molesto o diferente en lo absoluto. Casi parecía satisfecho. Martha se llenó de valor, dio un paso adelante y finalmente Joe impactó contra el pecho del piloto, pero apenas consiguió moverlo de su sitio.
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Corona de Oro
Fantasy1947. La carta a su nombre y de dudosa procedencia arribó en su vida al mismo tiempo que lo hizo la desgracia. A sus veinte años James Reagan no deseaba nada más allá de lo que cualquier ser humano podría querer alguna vez: seguridad y est...