Capítulo veinticuatro

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TRIGGER WARNING: Descripción gráfica de heridas y mención a métodos de tortura.











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Pasamos el resto de la hora platicando, o algo así

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Pasamos el resto de la hora platicando, o algo así. En realidad, Aleu se la pasó hablando y yo me limité a escuchar. Encontré algo fascinante la manera en la que ella podía recitar datos históricos como si los estuviera leyendo directamente de un libro. También me pareció divertido la manera en la que ella podía hacer que una conversación de dos personas fuera, de hecho, solo de una. Admiraba su amplio vocabulario, conocimiento y sagacidad a tan corta edad. Supuse que en realidad no debería sorprenderme tanto, puesto que había sido criada toda su vida para ser de esa forma.

—Me gustaría poder hablar francés —me dijo luego, mirándome con una vaga preocupación—. Apenas sé un par de palabras.

—Aprenderás —respondí con tranquilidad—. Eres lista, sabrás desenvolverte.

—¿De verdad?

—De verdad.

Ella inclinó la cabeza con una mueca.

—Pero no me siento muy inteligente.

—Sabes hacer un montón de cosas que yo no. —Me encogí de hombros—. Esas canastas que tú tejes son algo que yo nunca podría hacer, carezco de la paciencia necesaria. También sabes qué bayas y nueces podemos comer y cuáles no. Y sabes mucho de Historia.

Ella lo pensó con cuidado.

—Tú también sabes muchas cosas que yo no —dijo—. Sabes curar, y escuchar. Aunque la parte de hablar se te da fatal. Pero te quejas muy bien.

Resoplé.

—Ja, ja, ja. Me muero de la risa, Aleu.

Ella sonrió ampliamente.

—Tú también eres inteligente, entonces —concluyó.

—Hay cosas que te enseña la vida, y otras cosas las aprendes en lugares como en escuelas, con profesores de por medio para guiarte.

—¿Qué quieres decir?

—A mí me faltaron profesores, pero no la vida. Tú tendrás profesores, y la vida también. Serás más inteligente que yo cuando crezcas.

—¿De verdad?

—De verdad —repetí—. Serás adulta y harás cosas importantes, bailarás, y probablemente serás exitosa.

Aleu volvió a sonreír mucho más aliviada, pero entonces su rostro se contrajo de nuevo en preocupación, y se giró para poder mirarme.

—James —dijo despacio—. Cuando estemos allá, y yo estudie y baile, y sea exitosa, ¿tú qué harás?

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