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Tony había sufrido una herida de bala.
Cuando lo encontramos, estaba medio inconsciente sobre la nieve, con una especie de torniquete presionado torpemente sobre su herida cerca de su cadera, casi en su estómago.
Al igual que Sebastian, parecía que había sido herido en su otra forma, ya que también estaba a medio vestir. Apenas llevaba alguna prenda encima. Había alcanzado a echarse encima un enorme abrigo marrón que tapaba un poco más de la mitad de su cuerpo. Aún así temblaba, y su piel oscura estaba perlada de sudor.
Joe fue el primero en acercarse.
—¡Tony! —gritó, arrodillándose a su lado.
Elena fue la segunda en hacerlo. Ella dejó el arma y acudió a asistirlo desde el otro lado. Se arrodilló a su lado y acercó una mano temblorosa a su frente. Cuando Joe la miró, esperando un veredicto, ella se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.
—¿Habías visto una herida de bala antes? —pregunté, sin poder esconder mi actitud indulgente.
—No precisamente —masculló con enfado, aunque no parecía dirigido a mí, sino a ella—. Los pocos que vi recibir un impacto tendían a morir en el acto.
—¿La bala sigue adentro, o salió por el otro extremo? —Bash se hizo notar; dando un paso al frente—. Si sigue adentro, eso podría ser una buena señal. Si su amigo tiene suerte, no habrá dañado nada severo y solo habría que sacar la bala y coser la herida.
Él tenía razón. Luego de la muerte de mi hermana, aprendí a moverme con grupos numerosos de metamorfos; la mayoría no eran más que extraños entre sí. Los grupos grandes siempre terminaban siendo una presa más fácil, por lo que los cazadores solían encontrarnos continuamente, y los heridos siempre habían sido numerosos. Yo sí había visto diversas heridas de bala, de flecha y otros objetos que pudieran ser punzantes. Así que sí, sabía que estar en esas condiciones por mucho tiempo no era bueno.
Joe se apresuró a inspeccionar la herida con brío, sacudiendo a Tony y levantando su abrigo para tener un mejor vistazo del daño. Hubo un segundo de tensión antes de que él aflojara sus músculos y suspirase con alivio.
—No hay mucha sangre, por lo que significa que sigue adentro, ¿no es así, Tony? —murmuró con una media sonrisa temblorosa en las comisuras—. ¿La bala sigue ahí?
Tony movió la cabeza con dificultad y balbuceó algo que pareció ser una afirmativa.
—Pero no tenemos las herramientas para proceder de esa manera —dije yo—. Necesitamos buscar refugio.
—Northway todavía queda lejos —refutó Elena.
—Tony no resistiría el camino, y quedan pocas horas de luz —sopesé, más nuestra única opción era obvia—. Tetlin es el pueblo más cercano y nuestra mejor opción.
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Corona de Oro
Fantasy1947. La carta a su nombre y de dudosa procedencia arribó en su vida al mismo tiempo que lo hizo la desgracia. A sus veinte años James Reagan no deseaba nada más allá de lo que cualquier ser humano podría querer alguna vez: seguridad y est...