Capítulo veintisiete

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🗣Nota rápida: capítulo intenso, final de esta segunda parte, no soy buena describiendo escenas de acción así que discúlpenme por eso!






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Habían empezado a golpear la puerta de entrada

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Habían empezado a golpear la puerta de entrada. Podía escuchar sus pasos, sus voces. Los sabuesos caminando por el porche, con sus garras arrastrándose sobre la madera y sus hocicos debajo de la puerta. Joe se arrastró por mi costado, levantando algunas pertenencias y guardándolas con prisa dentro de su mochila de piel. Bash estaba inclinado sobre la ventana del cuarto con cuidado, escondido tras las cortinas.

—James —Aleu estaba a mi lado, con una mano temblorosa sobre mi hombro. Me obligué a moverme y me enderecé, llevando mi dedo índice hasta mis labios para indicarle que no hiciera ningún ruido. Ella se relamió los labios y asintió con fervor.

Me percaté de que en el cuarto faltaban Tony y Elena. Samuel se había acercado hasta tomar la mano de Joe.

—¿Dónde están? —susurré con urgencia en dirección a Joe.

Se volteó a verme con rigidez, y los ojos abiertos de par en par.

—Tony quiso quedarse hasta tarde con el auto —explicó en voz baja, atropellando las palabras—. Y no tengo idea de donde puede estar Elena.

—Las armas están en el garage —dije yo en dirección a Bash esta vez, al recordar como Elena había insistido en mantenerlas alejadas de Aleu y Samuel.

Si Tony era inteligente, tomaría el rifle y la ballesta de Elena.

—¿Cómo hicieron para encontrarnos? Fuimos cuidadosos, no nos transformamos —masculló Joe entonces, moviendo la mirada de un lugar a otro con nerviosismo—. Nosotros no... Oh —Abrió los ojos con preocupación, como si hubiera caído en cuenta de algo—. Puede que Tony ni siquiera sepa que están aquí, debemos avisarle, y Elena...

—¡Callense! —espetó Bash, que se había asomado a la puerta para poder tener una mejor vista al pasillo—. Creo que están entrando.

Mi corazón se hundió al mismo tiempo que sentía un escalofrío bajar por todo mi cuerpo. Me moví más cerca de la puerta apenas abierta, para poder ojear también.

—¿Entrada principal o puerta de atrás? —murmuré, sintiendo como la bilis subía por mi garganta.

—Ambas.

Maldije y eché la cabeza hacia atrás.

—No creo que el auto esté listo todavía —dijo Joe para sí mismo.

Eso era cierto, Tony ya nos había advertido que le faltaba bastante para terminar de arreglar el motor. No podíamos escapar en auto, así que tendríamos que ver cómo nos las arreglábamos. La Rosa tendía a moverse con caballos si tenían la oportunidad, eran prácticos para la caza, para seguir a los perros a través de terrenos dificultosos. No tendían a utilizar vehículos, solo para trasladarse a grandes distancias. Pero hasta el momento no había escuchado ningún indicio de caballos, lo que significaba que no tenían planeado seguirnos.

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