Capítulo once: Combatiendo fuego con amor

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Mi cabeza daba vueltas, mis sentimientos estaban mezclados, la ira, la impotencia, la felicidad, el amor

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Mi cabeza daba vueltas, mis sentimientos estaban mezclados, la ira, la impotencia, la felicidad, el amor. Todos esos sentimientos mezclados eran una mala combinación.

Por un lado entendía que Rachel no me contara sobre sus emociones, ella solo quería protegerme. Pero por el otro lado me sentía, no sé, mal, porque ella no confiaba en mí, o por no poder hacer nada, o tal vez por el simple hecho que los de la isla no fueron hechos para el amor.

Estaba en mi cama, acostada mirando al techo, pensando en una solución, pero si Rachel no me dijo una solución, es porque no existe.

Me senté en mi cama, apoyándome en el respaldo y algo me sacó de mis pensamientos, una sombra se veía por debajo de la puerta.

Esta se queda allí parada, no se mueve y no hay ruido alguno.

Sé exactamente quién es, su aroma no pasa desapercibido. Su aroma la delata.

Hice el acolchado a un lado, dejando mi cuerpo al descubierto y me levanté para abrirle la puerta. Al abrirla veo a Rachel con los ojos rojos y una rosa en sus manos.

Me hice a un lado para que ella entrara.

Estoy muy confundida con todo, no sé si enojarme con ella o intentar comprenderla, no sé que puedo hacer para ayudarla y eso me está matando por dentro.

Ella me extiende la rosa, a lo que yo la tomó y la pongo en un florero sobre mi cómoda.

Me doy la vuelta, ella se sienta en mi cama y palmea el colchón para que me siente a su lado.

Me senté y ella solo se tiró en mi regazo apoyando su cabeza en mis piernas, sus ojos me miraban, me leían y por alguna razón no me molestaba.

—¿Todavía me quieres? —me preguntó mientras jugaba con sus dedos de manera nerviosa.

—Ser diferente no quiere decir que voy a dejar de amarte. Así que, sí, todavía te amo —sonrió de lado.

—Yo ni sabía de esto, tal vez de haberlo sabido...

—No te habrías enamorado de mí, ¿verdad? —completé su frase, esperando a que su respuesta fuera la peor, pero no lo fue.

—No, de haberlo sabido no te habría hecho sufrir tanto.

Sus ojos estaban tan rojos que supe que había llorado toda la noche. Mi mano se dirigió hacia su cabello, para hacerle caricias y eso la relajaba.

Esta situación me hizo recordar a Katar y a mi. Él siempre me ayudó y siempre dijo que tenía que enfrentar los problemas, que era inútil huir porque los problemas tarde o temprano me encontrarían.

Entonces supe que teníamos que hacer para resolver este problema.

—¿Y cómo haremos? —me preguntó poniéndose una mano en la frente, en señal de frustración.

LA NOCHE EN LA QUE TODO COMENZÓ [LGBT] #1 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora