Capítulo treinta y tres: Libertad

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Sigo absorta ante el descubrimiento que está frente a mi

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Sigo absorta ante el descubrimiento que está frente a mi. Son iguales, solo cambia el género, sacando eso, son exactamente una copia del otro, solo que Kaden tiene varias cicatrices en el pecho, en el abdomen y en los brazos.

El ojiazul ayudó a Rachel a levantarse del suelo y ambos se abrazaron como si hace siglos no se hubieran visto.

—Ten —Rachel se sacó la campera de media estación que tenía y Kaden la tomó.

Él se la colocó haciendo unas muecas de dolor. Lentamente me acerqué hacia ellos y pude notar como Kaden tenía algunos moretones y algunas cicatrices recientes.

—¿Quién fue? —preguntó ella.

—No es nada, Rachel —suspiró.

Ambos me miraron, lentamente bajé el arma y miré a Rachel.

—Al menos mi cuñada es linda —Rachel le dio un codazo—. Solo era para aliviar el ambiente, ella no entiende nada. Además soy gay, recuérdalo, sis.

—No soy tu cuñada... —ella se acercó a mi.

Lentamente tomó el arma que yo tenía y la dejó en el suelo. Sus manos tomaron las mías y me miró a los ojos.

—Sé que estás confundida, prometo que luego te explicaré todo —acercó sus labios a mi frente y dejó un pequeño beso.

—No quiero arruinarles el momento de reconciliación —interrumpió y se acercó a nosotras— pero los demás pueden venir y no quiero que también te atrapen, sis —colocó su mano en el hombro de Rachel.

—¿Sis? —pregunté confundida.

—Sister es hermana en inglés, pero yo le digo sis, aunque recuerdo que cuando éramos pequeños yo le decía ojitos de cristal.

—Un apodo tonto, que viene de un hermano tonto —bromeó.

—Es una copia tuya, solo que masculina —le dije sin poder creerlo.

—Solo que soy más lindo.

—Más tonto, querrás decir —él rodó los ojos.

Kaden tomó el cierre de la campera y se lo subió hasta el cuello, parecía que tenía frío y que hace varios días que no comía, ni se bañaba, se le notaban demasiado los huesos y era notorio que estaba un poco sucio, en especial sus pies. Al igual que el hombre muerto que estaba con Rachel, tampoco tenía algo que los cubriera.

—Tengo que irme, ojitos de cristal —los ojos de Rachel se pusieron llorosos y lo abrazó muy fuerte con la intención de no dejarlo ir.

—Prometo sacarte de ahí, solo aguanta unos días más y cuando puedas me buscas, ¿sí? —se separaron del abrazo.

—Sé el camino a la mansión, gracias, sis.

—¿La mansión? —de pronto recordé cuando Rachel había perdido su collar y culpaba a Ana de habérselo llevado— ¿Tú tomaste el collar que tiene un dije de flecha? —asintió.

LA NOCHE EN LA QUE TODO COMENZÓ [LGBT] #1 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora