3● Poema

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💖🖤

Marinette entrecerró los ojos cuando Chat Noir calmó casi por completo sus carcajadas.

Esa tarde cuando ella intentaba escribir un poema en su balcón, el héroe pasó por un tejado cercano y ella no dudó en llamarlo; necesitaba algo de inspiración, solo que, él no había hecho otra cosa más que bromear. 

Pero esto no era algo malo. Esto solo demostraba que el héroe se sentía muy a gusto en compañía de la chica, quien lo miraba con un rostro serio, aunque, en realidad, ella contenía unas enormes ganas de reírse. 

—Esto es serio —reclamó ella—. Hoy es mi última oportunidad para entregar este poema.

 —¿Por qué? 

—No te daré detalles si sigues con tus bromitas. 

 —De acuerdo, entonces... prosigue.

El héroe se recostó en la baranda mientras la chica escribía con un lapicero en esa hoja de papel que sostenía en sus manos.

—Bien, desde el inicio —indicó la azabache al llevar su mirada en la hoja—. Oh dulce flor de mi jardín... 

 —Que hueles a calcetín —completó el héroe entre carcajadas. 

—¡Oye! 

—Lo siento, lo siento —decía aún entre risas—. Prosigue. 

Marinette vio de nuevo lo que tenía escrito y leyó en voz alta: 

—Tienes unos labios tan bellos... 

—Como los camellos. 

 —¡Chat Noir! —soltó en un gruñido.

—¿Qué? —dijo una vez que calmó su risa—. También deberías poner algo como: tus piernas son tan bellas y flacas, que parecen dos estacas donde orinan las vacas. 

Él soltó algunas carcajadas de nuevo, mientras que la joven trataba de respirar profundo para mantener su seriedad. 

—Vuelves a decir algo así y te empujo para que caigas hacia atrás —amenazó la azabache.

—¿En serio harías eso a tu héroe favorito? ¿Qué diría Ladybug si le quitas a su guapo compañero? 

—Creo que ella lo entendería muy bien. Ahora, déjame seguir —declaró al cruzarse de brazos antes de continuar—: eres un ángel celestial...

—Sin duda el más lindo animal —interrumpió el héroe una vez más. 

Marinette apretó sus labios con fuerza, pero no dijo nada, solo vio de reojo aquella trampilla, con intenciones de irse del balcón. Al percatarse de esto, Chat Noir tomó aire y se acercó para poner sus manos sobre los hombros de ella. 

—Bien, ya. Hazlo una última vez, Marinette. Tú dices, yo escucho y te doy ideas. 

—¿Prometes que no vas a dejar de bromear?

El de antifaz no dijo nada, solo sonrió con malicia, pero esto a Marinette no le importó, así que ella tomó aire y habló:

—Tus ojos son como dos luceros... 

 —Que alumbran los basureros. —Chat Noir se llevó su mano a los labios para calmar sus risas—. Lo siento, tenía que hacer esa última. Pero esta vez Marinette no dijo nada.

 En esta ocasión, observó esos dos ojos verdes frente a ella y sintió una singular conexión especial con ellos; sintió que esa mirada verduzca era todo lo que necesitaba como inspiración para completar su poema. Por esa razón, ella continuó sin ver lo que tenía en el papel:

—Tus ojos son como dos luceros que alumbran mis noches más oscuras; mis días mas nublados. Tu sonrisa es como el sol que ilumina mi día cada mañana. Y tus labios... son como el más dulce néctar que jamás haya probado. Por eso, cada día al llegar al colegio, me gusta saludarte y sentir tus labios sobre mi mejilla. Me gusta recordar por qué estoy enamorada de ti y por qué hago cosas tan estúpidas como... este supuesto poema —bufó haciendo una bola la hoja que sostenía.

 Frente a ella, Chat Noir estaba con sus labios ligeramente separados.

—Marinette —dijo aún impactado por sus palabras—. Créeme que esto fue muchas cosas menos estúpido. 

—Gracias, Chat Noir —declaró con una sonrisa—. Ya te puedes ir, creo que ya tengo suficiente inspiración como para terminar lo que queda de mi poema. 

—¿Me estás echando como gato callejero?

—Oye, a los gatitos bonitos les doy leche tibia y los cuido durante la lluvia. Pero ahorita tengo que hacer una aburrida tarea y... dudo mucho que quieras quedarte y ayudarme con álbegra.

—¿Bromeas? —exclamó entre risitas—. Soy muy bueno en eso, además, tengo muy buenos chistes sobre álgebra. ¿Quieres oírlos? 

Marinette decidió que esta vez no aguantaría más las ganas de reírse tras las ocurrencias del héroe y con un ademán, lo invitó a entrar a su casa. Si había un acompañante ideal para escribir un poema o hacer la tarea mientras lo escuchaba contar pésimos chistes, era él, el superhéroe de París y su mejor amigo. 

Aprendiendo a ser cursi | Mini Historias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora