29● ¿Es una señal?

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Marinette creía que estaba lista para declararle su amor a Adrien, pero cada vez que Alya la empujaba para que hablara con el muchacho, los nervios la abrazaban y se echaba atrás. Su mundo se venía abajo. ¡Era muy difícil!

—¿Qué esperas, Marinette? ¿Una señal del cielo?

Ella asintió en silencio.

—Entonces te daré esa señal —gruñó la de lentes al jalarla del brazo. Ese jueguito comenzaba a cansarle y si había una oportunidad para ayudar a su amiga, lo haría.

Cuando llegaron con Nino y el rubio, Alya les explicó que quería hacer la tarea junto a su novio. Fue muy convincente al pedir el cambio de lugares. Tanto, que Adrien no chistó a unirse a Marinette.

—Tienes suerte, hermano. Marinette es muy talentosa —le dijo Nino—. Estoy seguro que ustedes llevarán la maqueta más bonita de todas.

Como el rubio sonrió por esto, Alya le dio un codazo a su amiga. Esa podría considerarse como otra señal para declarar sus sentimientos.

—Te-tengo que irme —declaró de pronto la azabache con los nervios en punta—. Va a llover y no quiero mojarme.

—¿No vas a esperar a tu querido compañero? —remató Alya.

—No he visto ninguna señal, así que me voy.

Corrió para que su amiga no insistiera, y llegó a su habitación para tratar de ordenarla antes de que Adrien llegara.

—¿Por qué estás tan nerviosa? —preguntó su kwami.

—Creía estar lista para dar el siguiente paso con Adrien.

—¿Y por qué ya no?

—Primero tengo que ver... señales, Tikki. Algo que me avise que puedo decirle lo que siento y que no me va a rechazar o... peor.

—¿Y qué tipo de señales?

De repente, el timbre sonó. Su madre gritó a lo lejos que tenía una visita y sus nervios aumentaron. Ni siquiera tuvo tiempo de respirar profundo porque la trampilla se abrió y apareció el rubio con una sonrisa amigable.

—¡Hola! Creí que haríamos el proyecto juntos.

—Sí, sí... solo... me vine antes para adelantar algunas cosas y...

Mas cuando ella retrocedió y chocó con su escritorio, algunas de las cosas que había allí cayeron al suelo. Adrien soltó una pequeña risita y se acercó para recogerlas.

—Pensaba en hacer la maqueta en otro lugar, como en el parque, una cafetería, o... donde quieras —sugirió él.

Las mejillas de Marinette se sonrojaron aún más. ¿Acaso la estaba invitando a salir? ¿Era esa una señal?

Tal vez.

Pero en ese momento, comenzó a llover.

—No... —bufó ella. Tal vez no era una señal.

—Mira, creo que tenemos que quedarnos aquí.

Pero al escucharlo decir eso, el color rojizo volvió a aparecer en su rostro. Tal vez esa sí era la señal que necesitaba, mas ella creyó que no era suficiente.

—Bien, ¿por dónde empezamos? —preguntó de pronto él, y entonces, se escuchó un fuerte rayo. Debido al susto, Marinette dejó caer los lápices y algunas hojas en el suelo.

—¿Trabajamos en el piso? Me parece una buena idea —acreditó el muchacho.

La azabache solo sonreía. No sabía qué decirle. No sentía que eran suficientes señales para confesarle lo que sentía. Pero ahora estaban solos sin nadie más alrededor. Podría hacerlo. O... tal vez no.

Aprendiendo a ser cursi | Mini Historias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora