32 ● Tradición 🎄

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💙💖

Faltaba menos de una semana para navidad y todo parecía perfecto menos por una cosa: nuestro arbolito en la panadería aún no tenía la estrella en la punta.

Yo no le tomé mucha importancia. Era solo un simple adorno, no era la gran cosa, pero mamá me repetía lo mismo una y otra vez: "es una tradición, Marinette. Cuando seas grande vas a entender que un simple adorno puede dar un gran significado en tu navidad".

A mí me dio igual, pero no podía desobedecer y ese día fui a la tienda a comprar una estrella para nuestro árbol. Y no cualquiera, era una brillante, de seis picos, dorada, que estaba en la vitrina. Mi madre era muy específica en esas cosas. Pero al pedirla, el trabajador de la tienda me dijo:

—Ya no quedan.

—¡¿Qué?!

Era imposible. Si no llegaba con esa estrella mi mamá seguramente me desheredaba. Bueno, no tanto, pero sí se molestaría.

Desesperada, busqué por la tienda algo similar a esa estrella cuando de pronto, vi a un chico en la fila para pagar y ¡tenía mi estrella!

Fui hacia él y saqué mi billetera para, según yo, hacer negocios.

—¡Tú! —le grité—. Necesito esa estrella, ¿cuánto quieres por ella?

—¿E-esta?

—Te doy el doble de lo que vale, si quieres, pero la necesito.

Él miró a todas partes y lo vi ponerse algo nervioso porque llamábamos la atención de las personas que nos rodeaban.

—No-no es necesario. To-toma.

Él me la entregó y ahí me dio algo de pena hacer ese pequeño escándalo.

—Gra-gracias —le dije tratando de calmarme.

—No es nada. Y... si quieres...

Ese chico dio un paso atrás y me cedió un espacio en esa larga fila.

Sin duda, yo andaba con el estrés navideño y ese chico había logrado calmarme con un simple gesto. Pero eso no fue todo. Al llegar a la caja para pagar la estrella, no me alcanzó el dinero y por poco y me voy de cabeza. De una u otra forma parecía que el destino no quería que comprara esa estrella. O tal vez el destino tenía otros planes que yo aún no conocía.

—¿Cuánto te falta? —escuché detrás de mí.

Era el chico rubio.

—Dos euros. Creo que... tendré que regresar a casa y...

—No te preocupes, yo te lo pago.

—¿Qué? ¿En serio?

—¡Claro! No te preocupes.

Y entonces su sonrisa me hinoptizó. Era un chico muy apuesto, amable... era un sueño.

Él me pagó esa estrella y no dejé de pensar en él hasta el siguiente año. De nuevo se acercaba navidad y mamá quería esferas doradas para poner nuestros nombres en el árbol. Fui a la tienda y para mi sorpresa, cuando estaba por tomar esa caja, una mano chocó con la mía.

—Oh, hola —lo escuché decirme.

Era él. El mismo chico del año pasado.

—Primero mi estrella y, ¿ahora también quieres mis esferas? —le dije risueña.

—Creo que tenemos los mismos gustos en decoración navideña —aseguró contagiándose de mis risas. También le sonreí y de pronto, él me extendió su mano.

—Soy Adrien.

—Yo Marinette.

Mi mano tocó la suya y, no miento, sentí una conexión especial. Aun más cuando él me dijo:

—¿Andas con prisa? Porque si no es así, podríamos ir a tomar un café. ¿Qué dices, Marinette?

No lo dudé.

Acepté y fuimos, pero lamentablemente olvidé pedirle su número y él a mí. Desde entonces, no supe nada de ese apuesto rubio. Llegó la siguiente navidad y esta vez mamá no me mandó a comprar nada. Fui a esa tienda por él, esperé a que él apareciera, pero no lo hizo los primeros dos días.

Quise darme por vencida, pero entonces lo vi saliendo de la tienda. Parecía que buscaba a alguien. Tal vez era a mí.

—Si nos vimos dos veces, tenía que haber una tercera, ¿no crees? —hablé y cuando me escuchó, caminó hacia mí con esa bella sonrisa.

Ahí me di cuenta: sí, él también me estaba buscando.

—Creo que ya es una tradición vernos en estos días.

—Supongo que sí —dije sonriente.

—¿Y qué te parece si ampliamos esa tradición y además de solo vernos, vamos por un café y esta vez compartimos números de teléfono?

Me reí más fuerte al escucharlo. Fue como si hubiera leído mis pensamientos.

Y desde ahí, esa tradición se volvió cada vez más apreciada para nosotros. Cada semana antes de navidad íbamos a esa tienda y elegíamos el adorno del año hasta que, esos adornos se fueron acumulado y ahora tenemos adornos de sobra para nuestro arbolito.

🎄🎄🎄

—¿Y esta estrella fue la que empezó todo? —preguntó ese pequeño pelinegro al tomar dicho objeto. Su padre sonrió y lo levantó en sus brazos.

—Así es, Louis. Gracias a esta estrella es que existe esta hermosa familia.

—No solo compartieron adornos navideños, sino que también compartieron sus corazones —comentó esa pequeña rubia al lado del arbolito.

—No pudiste decirlo mejor, Emma —afirmó su madre—. Por eso es que cada adorno de estos es especial, porque no solo decoran este árbol, sino que también cuentan una historia; nuestra historia. Y esperamos que un día, cuando sean lo suficientemente grandes, ustedes continúen esta tradición con sus propias historias.

Los niños se miraron con complicidad. Les emocionaba la idea de formar parte de esta tradición. Y así, mientras colocaban el último adorno en su lugar designado en el árbol, la sala se llenó de un cálido resplandor.

La magia de la navidad no solo estaba en esas luces centelleantes o en los regalos bajo el árbol, sino en la conexión de esa familia unida por el amor, por tradiciones que, por más pequeñas que fueran, les daban un gran significado a su navidad.

Publicado en X (@ tammynette_) el 19 de diciembre, 2023.

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