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Un día más que Marinette llegaba al colegio y un día más que encontraba una rosa en su mesa. No había que ser adivino para saber quién era el culpable de esto. Meses atrás, cuando cumplieron su primera semana como novios, Adrien la había recibido en el colegio con una rosa, y desde entonces, no había día que no la sorprendiera con una de esas en su mesa.
Aquella tarde, Marinette quiso disfrutar de la fresca brisa que pegaba en su balcón. Allí, se puso a contar cuántas rosas le habían regalado. Todas ellas, las guardaba en las páginas de un cuaderno. Algunas ya estaban marchitas, otras comenzaban a oscurecerse y las de esa semana aún conservaban su color rojizo. Marinette se fue hasta la última página para guardar la rosa de ese día, pero se dio cuenta que su cuaderno ya no tenía más espacio. Un gruñido salió de su boca y fue entonces cuando alguien saltó a su baranda.
—¿Estás enojada?, ¿quieres que alguien te levante los ánimos?
La joven alzó su mirada y vio a aquel héroe gatuno frente a ella.
—Estoy bien —contestó—, solo me di cuenta que tengo que buscar otro cuaderno. Este ya no tiene páginas para guardar más rosas.
—Son muchas flores —señaló—. ¿Sabes por qué esa persona te las da?
Marinette arqueó sus labios hacia arriba tras intentar adivinar hacia dónde Chat Noir quería llevar esa conversación. Por eso, no dudó en seguirle la corriente.
—Es una buena pregunta, gatito —dijo al cerrar el cuaderno y acercarse a él—. Es una lástima que ese chico no esté aquí presente. Porque le preguntaría eso y de paso, hasta le daría un trozo de su quiché favorito que mi mamá preparó esta tarde.
Al escucharla, no pasaron ni dos segundos cuando Chat Noir dio un paso hacia el frente y redujo la distancia entre ambos. Sus rostros quedaron muy cerca del otro y fue entonces cuando él susurró:
—Plagg, garras fuera.
La transformación del héroe se deshizo y sin moverse de su lugar, esos ojos verdes no dejaron de observar esos otros azules que le prestaban total atención.
—¿Sabes por qué lo hago, Marinette? Porque mi amor por ti siempre será como en el primer día que comenzamos a salir: puro, fresco, sincero y... cada instante que te veo, cada día cuando abro mis ojos, es como si mi amor por ti se renovara cada mañana y me hiciera amarte cada día más.
La chica pestañeó un par de veces, sus mejillas estaban coloradas a más no poder. Aún intentaba acostumbrarse a ese tipo de palabras de parte de Adrien. Esto había sido algo diario desde que comenzaron a salir.
—¿Y esperaste todos estos meses para decirme eso? —quiso saber ella.
—En realidad, te iba a dejar esa frase con la flor que te di el primer día, pero me enamoré de la sonrisa que me regalaste cuando viste la rosa y por eso decidí seguir llevándote una cada día.
Esas palabras se incrustaron en lo más profundo de su corazón, así que ella no esperó un segundo más y llevó sus manos a las mejillas del muchacho para traerlo hacia ella. Sus labios se unieron en un tierno beso, hasta que él se separó y dijo:
—¿Y mi quiché?
Marinette lo observó con una expresión de pocos amigos. En menos de un segundo, la magia había desaparecido. Por eso, ella dio un paso atrás y se cruzó de brazos.
—Eres increíble, Adrien Agreste —soltó conteniendo las ganas de reírse—. Es sorprendente cómo arruinas un momento romántico por andar de glotón.
Ella se dio la vuelta para entrar a su habitación, mientras que Adrien la siguió soltando algunas carcajadas. Así era su amor: tan único, puro, romántico y divertido, que ninguno de los dos se cansaba de ello, porque su amor se renovaba cada día.
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Aprendiendo a ser cursi | Mini Historias
RomanceHistorias cortas donde Adrien y Marinette se verán involucrados en alguna situación romántica o preferiblemente en un "intento de ser cursis". . . Las historias son completamente mías. Prohibida su copia. . . . Los personajes no son míos, le pe...