💙💖San Valentín: día de enamorados, de amigos y de personas solas que saben cómo sacarle provecho a los dos primeros.
—¿Poemas para tu admirador secreto? ¿A tres euros? —Alya leyó el cartel que estaba junto a esa mesita en las afueras de su colegio.
—Sí. Bueno... yo misma me encargo de entregar las cartas —aseguró Marinette acariciando ese frasco de cristal donde ya había algo de dinero.
—¿En serio seguirás con este... negocio —insistió la de lentes.
—Es para una buena causa, Alya.
—Ajá, si "buena causa" le llamas a un caro broche plateado...
—¿Broche? —intervino Nino—. ¿No se supone que tú misma haces tus propios accesorios?
—Esta es la única excepción —dijo la azabache—. No solo es un broche, el conjunto también trae un lindo cinturón y unos preciosísimos zapatos plateados que van a juego. ¡Combinan justo con mi nuevo vestido! Así que... si ustedes dos no van a solicitar mis servicios... ¡largo!
—Marinette, pedí que me hicieras una de estas cartas justo ayer —rio Alya.
—No importa. Cada carta solo demuestra cuánto amas a Nino. Si quieres te hago un descuento: dos euros.
La de rizos quiso comentar algo más, solo que, en ese momento, Juleka llegó a esa mesa.
Ella solicitó una de las cartas personalizadas de Marinette y esta última la realizó en menos de lo que sonaba una canción. El hacer manualidades en casa le había otorgado cierta creatividad a la hora de utilizar papel y marcadores de colores.
—¡Gracias, Juleka! Mañana mismo le entregaré la carta a Rose.
Una vez que la chica gótica dejó caer algunas monedas en esa botella, Marinette aprovechó su momento a solas para acomodar su mesa de trabajo. Cuando de pronto, escuchó a alguien leer su cartel:
—¿Todo eso por solo tres euros? Es un buen servicio.
Al escucharlo, la ojiazul quiso desaparecer. El chico que amaba estaba allí, frente a ella y al parecer, no tenía planes de irse pronto.
—¿Adrien, te-te a-ayudo en algo? —cuestionó la joven.
Él solo sonrió.
—Soy el admirador secreto de alguien, necesito una carta de esas. No te diré para quién es, pero... al menos debes saber que... es alguien que aprecio mucho.
Sus ojos verdes se unieron con los de ella. Marinette sintió que sus piernas flaqueaban y caería. ¿Acaso Adrien se estaba refiriendo a ella?
¡Eso no podía ser posible!
¿Cómo podría saber tal cosa con solo ver su mirada?
Bueno, Marinette sentía que así era y esto lo confirmó cuando él comenzó a hablar de lo increíble que era esa chica que amaba.
Por su parte, la diseñadora tomó un lápiz para tratar de escribir un poema con las palabras que decía Adrien. Pero era imposible, no podía concentrarse al escucharlo, mucho menos cuando sus manos temblaban y sentía su rostro hervir de lo colorado que estaba.
—... y también, escribe que yo haría lo que fuera, con tal de que ella esté feliz —prosiguió el rubio—, porque cada vez que me pierdo en sus preciosos ojos, instantáneamente ese día, se convierte en el mejor día de mi vida —concluyó—. Escribe cosas así... ya sabes...
Pero Marinette estaba en shock. Sentía que cada una de esas palabras habían sido para ella. Por un momento quiso leerlas de nuevo, mas fue entonces cuando Adrien le quitó la carta de las manos.
—Gracias —dijo él al mismo tiempo en que le entregaba un billete de diez euros.
—Pe-pero, son tres.
—Déjate el cambio —indicó el joven—. Ah, y... esta carta... yo mismo la entregaré.
La chica sintió que su corazón se salía de su pecho, y aún más cuando él le guiñó el ojo antes de irse. Sí, esa carta era para ella, ¡estaba segura! O bueno... eso quería pensar.
Esa tarde al llegar a su casa, Marinette hizo un recuento de cuánto dinero había ganado ese día. Lamentablemente, seguía sin llegar a su meta para comprar lo que ella deseaba. Por suerte, faltaban dos días para el evento especial donde usaría ese vestido. Aún le quedaba tiempo, así que, ahora podía concentrarse en lo que lo más importante de ese día:
—¡Adrien me entregará una carta de amor!
La chica gritó para luego bajar con rapidez a la sala de estar. Allí, tomó asiento en el sillón. Solo tenía que esperar a que un trozo de papel cruzara la pequeña hendidura de la puerta. Sin embargo, las horas pasaron y no fue así. Ahora, en lo único que pensaba, era que se había equivocado: Adrien no era su admirador secreto. Él amaba a alguien más.
Decepcionada, fue hacia las escaleras que llevaban a su cuarto. Estuvo por subirlas cuando de repente, el timbre sonó. Ella se asomó para ver si había alguna carta bajo la puerta, mas al no ser así, fue a abrir. Del otro lado, no había nadie, solo una caja mediana.
—¿Qué es eso? —preguntó Tikki.
—O más bien, ¿quién la dejó aquí?
Marinette vio a todas partes y no había nadie cerca. Revisó la envoltura de la caja para ver si era de sus padres, pero para su sorpresa, no era así; en la caja estaba escrito que era para ella.
—¿Quién te la envió? —dijo la kwami.
—No lo sé, pero... mira...
Al abrirla, era una fina caja con su interior acolchonado debido a que allí venían los zapatos plateados, el cinturón y un broche en forma de rosa. Por la emoción del momento, Marinette no quiso pensar mucho en quién le había enviado eso, tenía que probarse esos accesorios con su vestido y no podía esperar a verse en el espejo. Mas en el momento en que ella terminaba de peinar su cabello para ponerse el broche, el timbre de la casa sonó una vez más.
—Por favor... estoy ocupada —gruñó al bajar las escaleras.
Pero para su sorpresa, al abrir la puerta, sus labios se separaron ligeramente y sus ojos apenas y podían creer lo que estaban viendo. Frente a ella, estaba Adrien vestido de smoking con un ramo de rosas en su mano.
—Te ves aun más hermosa de lo que te ves siempre —dijo él—. Veo que ya estás lista. ¿Nos vamos?
Marinette pestañeó intentando comprender qué estaba pasando en ese momento. ¿Acaso estaba soñando?
—¿Qué? ¿A dónde? Y... ¿cómo sabías que yo ya tenía este vestido puesto?
—Me imaginé que te lo ibas a poner al ver los zapatos y todo eso que venía en la caja que te di.
—¿Qué? —exclamó confundida—. ¿Cómo supiste lo de la caja?
Él sonrió al levantar sus hombros.
—Nino me contó por qué vendías poemas en la entrada del colegio.
—Espera... no entiendo. Entonces... ¿qué hay de la carta que me pediste que hiciera? ¿Acaso tú eres mi admirador secreto?
—Lamento no enviarte la carta, Marinette. Pero, siendo sincero, prefiero decirte lo que siento por ti, cara a cara... en una cita.
En ese momento, él extendió su mano hacia la chica. Esta solo la observó por un instante. Eso estaba siendo mejor que los sueños más locos que alguna vez tuvo. Sintió que sus piernas la harían perder el equilibrio; sintió que le faltaba algo de aire y no quería imaginarse qué tan rojo estaba su rostro. Pero aún así, tomó su mano. Ella lo amaba, él la amaba.
Con toda la ternura que podía tener, Adrien besó con delicadeza su mano y con miles de sensaciones inundando sus cuerpos, fueron a disfrutar de lo que quedaba de la tarde; fueron a disfrutar de su cita; fueron a ser felices.
Subido a Twitter (@ tammynette_) el 10 de febrero, 2023.
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Aprendiendo a ser cursi | Mini Historias
RomanceHistorias cortas donde Adrien y Marinette se verán involucrados en alguna situación romántica o preferiblemente en un "intento de ser cursis". . . Las historias son completamente mías. Prohibida su copia. . . . Los personajes no son míos, le pe...