18● Mundial

123 30 5
                                    

💙💖

Ese fin de año, todo el mundo hablaba de un evento muy especial que se estaba llevando a cabo en cierto país oriental. No había nadie que no estuviera emocionado por esto. Bueno, con excepción de Adrien.

Él no sabía nada de fútbol. Cada vez que veía un partido se preguntaba "por qué el portero no tomaba el balón con sus manos y lo llevaba hasta la otra cancha para hacer el gol". Todo eso era confuso para él y, aunque trataran de explicarle, él seguía sin comprender.

Aquella tarde sus amigos se reunieron en la casa de Marinette para ver el partido de su amada Francia. El mundial de fútbol apenas estaba comenzando y no podían perderse el primer partido de su país.

Alya y Nino se sentaron en ese sofá mientras que Marinette tomó asiento al lado del rubio para compartir de las palomitas que habían preparado. Pero cuando el partido inició, Adrien no podía evitar sosprenderse por las distintas reacciones de sus amigos.

—¡Vamos, Francia! —gritó Nino por vigésima ocasión mientras Adrien no quitaba sus ojos de la pantalla frente a ellos.

—Marinette —susurró el rubio—. ¿No se supone que son dos equipos? ¿Por qué ese sujeto tiene ese uniforme?

—Es el árbitro —respondió ella sin dejar de ver la tv.

—¿Por qué ese tipo les está gritando cosas a los jugadores? —insistió el rubio.

—Porque es el director técnico y solo les da indicaciones.

—¿Por qué detuvieron el juego?

—Porque el jugador cometió una falta.

—¿El VAR? ¿Qué es eso?

Ante sus repentinas preguntas, Marinette tomó una gran bocanada de aire y le regaló una mirada tierna a su novio.

—¿Sabes qué, Adrien? Mejor solo ve el partido. Si nosotros gritamos porque hay un gol, tú hazlo. Si nosotros lloramos, tú hazlo. Si le gritamos cosas al árbitro, también hazlo. Solo presta atención y disfruta.

El rubio asintió sin dudarlo, solo que, no llevó su vista a la pantalla frente a él. Sus ojos se quedaron viendo el rostro emocionado de su chica.

En sus mejillas estaban los colores de la bandera de su país, en su mirada se veían brillitos al ver cada uno de los cuatro goles que anotó su selección. Y sus labios no dejaban de arquearse hacia arriba; ella no dejaba de sonreír y eso bastó para que Adrien también lo hiciera.

Tal vez no entendía mucho de fútbol, pero si había algo que conocía muy bien, era a su chica. Y él amaba verla feliz, así que una gran idea vino a su cabeza.

Y entonces, aquella tarde de diciembre, cuando Ladybug y Chat Noir estaban patrullando, el héroe le entregó a su compañera uno de los macarrones que les daba poderes especiales. Ella lo observó con cierta curiosidad y no tardó en preguntar:

—¿Por qué esto?

—Cómelo para que te conviertas en Cosmobug —indicó él.

—Sí, gatito —rio—, pero, ¿para qué quieres que me convierta en Cosmobug?

—Te tengo una sorpresa, mi lady.

—¿Y puedo saber qué tiene que ver Cosmobug?

—Solo te llevaré a dar una vuelta —declaró entre risitas—. Come.

Confiando enteramente en el chico que amaba, Ladybug aceptó comerse ese macarrón y en cuanto lo hizo, no pasó mucho tiempo cuando Astrocat apareció frente a ella.

—¿Estás lista? —preguntó él extendiendo su mano.

—¿Qué será lo que tienes planeado, gatito?

—Solo toma mi mano, déjate guiar y cierra los ojos.

—¿Cerrar mis ojos?

—¡No quiero que hagas trampa! —resaltó él entre risitas.

—¿Puedo preguntar a dónde me quieres llevar? No quiero tardar mucho, ya casi comienza el partido de cuartos de final.

—Tú tranquila, mi lady. Sé lo mucho que quieres ver ese partido, así que, toma mi mano y confía en mí, ¿de acuerdo?

La heroína esbozó una sonrisa de lado y en menos de lo que canta un gallo, ambos volaban por los cielos parisimos bajo los colores de un hermoso atardecer. Sin embargo, el tiempo pasó y, aunque Cosmobug llevaba los ojos cerrados, sentía que había salido de su país y que ese viaje estaba siendo más largo de lo normal.

—¿Ya llegamos? —cuestionó ella.

—Aún no abras los ojos. Ya casi llegamos.

Y así sucedió. Debido a su velocidad, no tardaron mucho en aterrizar y transformarse en civiles. Marinette abrió por un momento sus ojos y además del calor que hacía, notó que su novio había escogido una especie de carpa para entrar y destranformarse.

—¿Dónde estamos? —quiso saber la azabache.

—Mi lady, no abras los ojos todavía.

—Pero, ¿no puedo preguntar hasta dónde me llevaste? Sé que no estamos en Francia por alguna razón.

Al no quedarle de otra, el chico sonrió y se acercó a la entrada de esa tienda donde, una vez más, le extendió su mano.

—Tal vez no sé mucho de estas cosas. Pero sé que, amo verte feliz y en serio, Marinette; de verdad haría lo que fuera por verte sonreír. ¡Lo que fuera!

Con una mirada sospechosa, ella dio algunos pasos y en cuanto tomó la mano del muchacho, él hizo a un lado la tela de la tienda para que ella viera lo que había afuera. Sus ojos se maravillaron al ver que, a lo lejos, se encontraba uno de los estadios del mundial.

—Adrien estamos en...

Ella quiso salir, pero el rubio soltó su mano por un momento y sacó de un baúl que tenía escondido en la tienda, dos camisetas azules de su país.

—Vamos a ver este partido, mi lady.

Y sin más, pero cargados de felicidad, ambos se dirigieron a sus respectivos asientos en donde disfrutaron de un intenso juego. Marinette no dejaba de sonreír al estar en ese ambiente mundialista acompañada de muchos de sus compatriotas y de su chico.

Mientras que Adrien, bueno... él casi no entendió el partido y creyó que el "VAR", era un lugar donde servían cerveza, pero eso era lo de menos. Si su chica era feliz, él también lo era. La amaba con todo su corazón y haría lo que fuera para darle más de lo que se merecía.

Subido a Twitter el 12 de diciembre, 2022.

Aprendiendo a ser cursi | Mini Historias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora