0. Ojalá te mueras

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Vanessa

Tamaulipas, México

—¡Viva México cabrones! —grita Rebecca, mi tía y madrina de bautizo, sosteniendo una copa de vino en mano y una botella de tequila en la otra. Le da un gran sorbo a esta última antes de comenzar a mover sus caderas como Shakira al ritmo de la música que nada tiene que ver con el ritmo que ella lleva, pero debido a que está intoxicada, no se da cuenta.

Todos a mí alrededor comienzan gritar lo mismo sin piedad, sin temor a que alguien los silencie, mientras tanto, me dedico a observar, boquiabierta, los fuegos artificiales que los vecinos lanzaron.

¿En qué momento quedé atrapada entre tanto borracho? Joder, ¡ni siquiera es septiembre! Se supone que es mi cumpleaños. ¡Mi maldito cumpleaños! ¿Por qué van a festejar a México?

Camino en círculos por el gran jardín de mi tío Pedro, llevo mis manos a mis cabellos negros y los estiro un poco en desesperación. Lo peor de estar celebrando la ocasión equivocada es que mamá desapareció con papá a no sé dónde y Diego, bueno, ese tonto, idiota y malnacido de mi hermano mayor está detrás del arbusto fajando con su nueva novia. ¡En el arbusto! Ni siquiera tuvo la decencia de llevar a la pobre chica a la habitación o cualquier parte dentro de la casa. ¿Qué tal si le pica una hormiga en el culo?

¡Malditos calientes!

Alí, mi hermano de catorce años, corre detrás de uno de los cerditos que tiene el tío como mascota. En cuanto pasa a mi lado lo agarro para abrazarlo. Él gustoso me corresponde.

—¡Feliz cumpleaños, Nessy! ¡Ya eres una adulta! —canturrea sonriente y besa de manera tronada mi mejilla. Pega su nariz con la mía en un gesto de ternura—. ¡Te amo! Porfa no seas como Diego, ¿sí? Él desde que tiene novia ni me hace caso.

—Si algún día llego a tener novio, cosa que no creo, créeme que no seré como él —le guiño un ojo—. Por cierto, ¿ya comiste? —Niega y mis ojos se abren en horror. No puedo creer que mamá no le haya dado de cenar a mi brócoli—. Entonces espero que tengas mucha pero mucha hambre porque vamos a comernos toda la ensalada de coditos que preparó la tía Rebecca antes de tomar lo que le hace mal.

Un entusiasmado Alí aplaude ante mis palabras. Camino junto a él hasta la pulcra cocina del tío en donde pega un brinco para sentarse sobre la pequeña barra. Rebusco entre los gabinetes algunos platos, tenedores y un vaso. Cuando encuentro lo que busco le sirvo una buena porción de esa ensalada y mi hermano comienza a devorarla sin parar. Suelto una carcajada cuando toda su boca se llena de mayonesa y queso. Rápidamente agarro una servilleta y lo aseo.

—¡Está muy rico! ¡Y tiene queso! —chilla entre bocados, sus mejillas regordetas muy sonrosadas.

Abro el frigorífico y saco la jarra de agua de Jamaica que preparé y nos sirvo unos vasos. Acompaño a mi brócoli con su ataque. Minutos después nos encontramos demasiado llenos que ni siquiera movemos un músculo. Alí bosteza, estira sus manos sobre su cabeza y se acurruca sobre la barra antes de caer rendido. Típico de él.

—¡Ah! Ese mal del puerco jode mucho —espeta alguien de repente. Pego un respingo y mi vaso de agua cae al suelo. Giro rápidamente y encuentro a un chico alto, delgado y de cabello negro mirarme con diversión. Maldito idiota. Ruedo los ojos.

—¿Qué quieres, Jassiel? ¿No te han dicho que es de mala educación asustar a las personas? —replico con voz dura, tomando muchas servilletas para limpiar lo que él ocasionó.

—Oye, a mí no me culpes de tener un corazón de pollo. No es mi culpa que te asustes con cualquier cosa, Ness —proclama achicando sus ojos como rendijas y apuntándome con el dedo. Vuelvo a rodar los ojos.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora