4. Pídeme lo que quieras

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Vanessa

Estoy acostada en la cama de Jassiel leyendo un cuento sobre ángeles y humanos. Él está en su grande escritorio color hueso haciendo su tarea de matemáticas ya que es su castigo por golpear a un chico en la cabeza con un balón de fútbol. Él dijo que fue accidente y yo le creo. Jassiel no es un chico malo, es el chico más dulce y lindo que he conocido.

Más dulce que mis hermanos o papá.

Más dulce que las gomitas de oso.

Mis ojos, tan oscuros como la tinta, se detienen en una frase que no entiendo pese a que estoy a un mes de terminar la secundaria. Frunzo mi ceño y resoplo. Me doy por vencido al segundo. A veces no soy muy paciente con lo que leo y Jassiel me regaña por ello, dice que la cualidad del humano es aprender a ser pacientes, tomar todo con calma porque eso nos ayuda a soportar contratiempos y dificultades para no hacer algo a la carrera, pero a veces me es imposible.

—¿Sabes por qué el ángel le dice a la humana que le pida lo que quiera y él se lo concederá? —espeto con mucho esfuerzo pues me estoy bajando de la cama para ir a él.

Coloco el libro de ilustraciones antiguas sobre su cuaderno de matemáticas de letra fea. Tan fea como la de Diego. No me cabe en la cabeza que siendo universitario de primer semestre posea una caligrafía de este estilo. Da pena ajena.

Los grandes ojos grises de mi amigo me observan con algo de curiosidad. Estampo mi dedo en la página para que me haga caso ya que debo escribir el ensayo para mi clase de Español. Finalmente resopla y baja la mirada, su cabello al color de la noche le cae por la pálida sien y le cubre una porción de sus cejas. Se los remuevo. Está muy suave como el pelaje de mi gato.

—Se refiere a que, si ella le pide que deje el cielo para estar a su lado en el mundo mortal, él lo hará sin dudarlo porque ella es su alma gemela —explica despacito, mirando las ilustraciones. Su voz se escucha cansada y ruego no estar así cuando me toque ingresar a la universidad. Aunque bueno, para eso falta demasiado. Primero debo ingresar a la preparatoria lo cual pasará muy muy pronto.

—Si yo te pido algo así, ¿me dirás lo mismo?

—¿La frase completa? —indaga a lo que asiento—. Errr... No lo sé. Es una frase muy rara.

—¡Claro que no! ¡Es hermosa y romántica, Jassiel!

—Está horrible, solo los chicos de las novelas dirían algo así.

—Pues yo quiero que me lo digas tú —refunfuño, mirándolo con intensidad. Mi amigo rueda sus ojos, resopla y me toma del rostro provocando que mi corazón suelte unos vuelcos tan intensos que incluso duele. Pero es inevitable, con él todo es así.

—Ness... Pídeme lo que quieras y te lo concederé.

—¡Sííííí! —grito, gustosa, y lo abrazo.

Jassiel carcajea y me sienta sobre sus piernas como es ya costumbre, luego me abraza y deja un besito amistoso en mi cabeza. Uno que desearía estuviera en mis labios.

Me pregunto qué habría pasado si nuestras bocas se hubieran unido aquel día. ¿Las cosas entre nosotros habrían cambiado? ¿Me habría preferido a mí antes que a sus amigos? ¿Habría dejado de hacer eso que mantenía su completa atención solo para estar conmigo? Supongo que nunca lo sabré, después de todo él está muerto y yo sigo atascada en esta realidad donde, si no lo pienso estando despierta, lo sueño estando dormida.

Mis ojos arden ante su recuerdo, pero ahuyento las ganas de llorar en público, no va conmigo y no puedo regresar a lo que tanto me costó parar. Cuando él recién se fue, no había día donde no llorara y gritara arrepintiéndome de las palabras que le dije porque sé qué fui muy cruel, pero con el tiempo he logrado aprender a mermar el dolor que me azota. Así que no será hoy cuando vuelva a derrumbarme, menos estando rodeada de compañeros de mi colegio.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora