42. Te amo

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Vanessa

—Sabes... —saco mi paleta de cereza de la boca y esta hace un chasquido raro—, he sacado conclusiones.

—¿Sobre qué, nena?

—Nosotros pasamos mucho tiempo juntos.

—Lo sé. Hay que aprovechar tu estancia en México.

—Sí, pero... ¿no te aburro? Escuché a Diego hace unos días platicarle algo a papá y me dejó pensando.

Jassiel clava sus ojos en mí y deja el esmalte negro que usaba para pintar sus uñas, sobre la mesita de centro que hay en la sala.

—¿Quieres contarme lo que escuchaste? —Asiento y vuelvo a meter la paleta a mi boca.

—Dijo que la razón por la que dejó a su novia es porque se aburrió de verla todos los días. Entonces yo me pregunté: si Jass estuviera aburrido de mí también me dejaría de hablar.

—Jamás haría eso, nena.

—¿Por?

—Creo que olvidas el hecho de que te quiero —pellizca mi nariz con ternura—. Y cuando alguien quiere así jamás se aburre.

Claro que no lo olvido. Lo he escrito en mi diario, pero me da tristeza pensar que Jassiel pueda hacer lo que hizo mi hermano con esa chica. Solo espero que nunca lo haga. No quiero que él se aburra de mí ni que me arrebate el privilegio de mirar sus hermosos ojos grises.


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Música rock resuena por la casa, papá está muy animadamente asando pollo en nuestro jardín con Alí como garrapata preguntándole no sé qué cosas, pero de igual manera parecen disfrutar el uno del otro. Mamá, por su lado, pica algo de tomate y cebolla para hacer un pico de gallo, algo muy tradicional en las carnes asadas de una familia latina mientras observa a su esposo de reojo ruborizándose de tanto en tanto y es que no puedo culparla.

Dionisio Cantú luce... demasiado apuesto y sexy. Más de lo que ya era. Es como si el tiempo en prisión hubiese servido para sumergirse en ejercicios que le marcaron cada porción de su cuerpo. No miento, realmente está más corpulento y macizo a como recuerdo haberlo visto y me ha resultado imposible apartar la mirada de él.

Por otro lado, Diego está encerrado en su habitación. No ha salido a saludar a papá ni ha preguntado por él cuando fui a dejarle un café. He intentado hablar con él, pero no quiere ni que toque ese tema y eso me duele. Es mi hermano y no me permite ayudarlo como en situaciones pasadas. No sé qué le sucede. ¿Tanto le afectó que papá esté libre? No lo entiendo.

—¿Te duele para caminar? —pregunta Adrik cuando me ve desplazarme por el sofá solitario para sentarme con él.

—¡Para nada! Recuerda que solo fue un raspón, nada profundo. Puedo caminar bien y no siento dolor.

Lo cierto es que, si pensé que se me había clavado un cristal, pero no fue así, solo me raspé, no profundo, pero lo suficiente para sangrar y que me hicieran unas puntadas superficiales que no me duelen en lo absoluto. Puedo caminar a gusto sin preocuparme. Quisiera decir lo mismo de mi novio, pero él sí perdió los estribos. Y eso me demostró lo mucho que me quiere y desea mantenerme a salvo. Ahora parece mi sombra, no me deja en paz, a donde sea que voy, va, si es el baño, ahí va conmigo, si es al jardín, me sigue, si es para dormir, ahí lo tengo.

Es como mi sombra.

Una sombra muy ardiente, sensual y dulce.

Una sombra que ojalá siempre esté a mi lado.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora