15. Déjame oler ese miedo

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Vanessa

—Sigo sin comprender como es que de buenas a primeras decidiste crear una cuenta en Facebook e Instagram —expresa Frida, antes de llevarse un dorito a la boca. Le quito uno de su bolsa y me lo como.

—Quiero intentar algo nuevo —digo pensativa, viendo como a lo lejos Kevin se besuquea con una pelirroja—. Aunque también está el hecho de que quiero saber todo respecto a la gira de A7.

—Ya sabía yo que tus ganas tenían nombre, apellido y un pene colgando entre las piernas. —Rueda los ojos, divertida. Me atraganto con mi saliva y siento el rubor cubrirme las mejillas.

—Ay ya, mejor sigue comiendo sino quieres que me lo acabe por ti. ¡Mira que traigo mucha hambre!

—¡Eso jamás! Mis doritos son sagrados.

Ambas reímos.

Estamos en la hora del descanso, disfrutando de una deliciosa comida que consta de lonches de ensalada de pollo, frituras, patatas y un refresco de Pepsi. Llevamos aquí al menos cuarenta minutos porque nuestro profesor de matemáticas tuvo la estupenda idea de ir con su dentista para arreglar uno de sus dientes chuecos. Igual no me quejo, prefiero eso que estar en su clase sufriendo por hacer las ecuaciones que pone en el pizarrón. Suficiente tuve que soportarlo el sábado pasado en su infernal clase.

Frida dice que no debo quejarme, que él solo nos llama la atención para que aprendamos y que si nos da clases extras es para nuestro beneficio, pero en realidad siento que él me odia. Siempre me llama la atención a mí, siempre me corrige a mí y eso me enfurece.

—Por cierto, Osbu... Te notas muy tranquila a pesar de haber sido expuesta en internet por la prensa —comenta Frida, agarrando lo que sería su tercer lonche de ensalada de pollo. Le da una gigantesca mordida.

Mi amiga es toda una comelona. Y la envidio porque no engorda. Siempre come y come y sigue igual. En cambio, yo, tan solo respiro y ya subí diez libras. A veces la vida es injusta.

Dejo mi Pepsi a un lado, coloco mis codos sobre la mesa y después mi barbilla entre mis manos. Suspiro.

—Nunca he estado mejor —sonrío sincera, recordando la conversación que tuve con el guitarrista hace dos noches—. Obtuve un perdón que ni siquiera imaginé, pero Adrik en realidad parecía preocupado por la nota, incluso me preguntó si lo mandaría a la mierda.

—Cosa que tú no harías —reafirma Frida, sus ojos verdes brillando de la emoción. Toma de su bebida y suelta un eructo—. Esto es asombroso sabes, mi mejor amiga saliendo con un integrante de una de mis boybands favoritas. Entre más lo pienso, menos me lo creo. ¡Es irreal!

Alza sus manos para darle más emoción y dramatismo a su discurso. Rio por lo bajo. Mi vida sin esta loca sería miserable.

—Más que irreal, parece un sueño, Fri. ¡Él en realidad es amable! No parece pretencioso ni ególatra. Su sentido del humor es asombroso, ¿y lo mejor? No presume, no humilla. Es un caballero en toda la extensión de la palabra.

—Hablando de extensión... —empuja a un lado su comida y se balancea sobre la mesa de madera. Menea sus cejas de manera agraciada lo cual me da mala espina—. ¿Lo tiene grande? ¿Se endureció al besarte? ¿Lo sentiste?

Escupo el poco refresco que tomé hace nada y todo le cae en el rostro. Frida hace una mueca de asco y no puedo sentirme más avergonzada y acalorada.

—Qué... ¡Dios! ¡Mira nada más como te dejé! —exclamo en un chillido no propio de mí. Agarro un puño de servilletas y limpio con sutileza su rostro. Ella le resta importancia y se sigue acercando hasta mí. Queda a pocos centímetros de mi nariz. Incluso la está rozando.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora