41. Mi papá

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Vanessa

Abro los ojos y un déjà vu me embarga.

Yo ya he pasado por esta situación, ya he estado hospitalizada por heridas profundas y ya he visto a Diego dormido en el sofá usando solamente un pijama.

Enfoco bien y me doy cuenta que no es mi hermano, sino Adrik, mi novio.

—¿Adrik? Qué... ¿Qué haces aquí? —pregunto desorientada. Él rápidamente se pone de pie y camina a mi lado. Me estruja en un abrazo que me toma por sorpresa.

—Por favor ya deja de lastimarte —murmulla abatido, con cierta rabia tintándole la voz—. Me duele tanto verte así, nena.

—Te... Te juro que no fue intencional. Recibí una llamada y... —Abro los ojos en horror cuando recuerdo lo que me dijeron. Todo se repite como una melodía macabra y el monitor cardiaco empieza a pitar anunciando que mi pulso está aumentando drásticamente—. Papá. Mi papá. ¡Mi papá, Adrik! ¡¿Dónde está mi papá?! ¡Quiero ver a mi papá! —comienzo a gritar alterada, a patalear. Sus manos a cómo pueden me impiden moverme más, algo de unas puntadas, pero no presto atención.

Mi papá está herido, podría estar muerto y eso me desarma, me enloquece. Le doy un empujón para que me deje en paz, necesito buscarlo, necesito verlo, sin embargo, Adrik me envuelve en un abrazo mortal que no me deja ni mover.

—¡Cálmate, por favor! ¡Te estás haciendo daño! —solloza roto, sus lágrimas humedeciendo mi cuello y eso nada más me desespera.

—No, no, no, Adrik. ¡¡Suéltame!! ¡¡Suéltame!! ¡Suéltame ya!

Algo introducirse en mi piel me calla.

Volteo a la izquierda y veo como una enfermera termina por inyectarme algo una jeringa.

Caigo lánguida en la cama.


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—¿Ahora sí vas a quedarte tranquila mientras hablo? —pregunta un Adrik muy enojado y cruzado de brazos a un lado de mi camilla. Asiento, apenada, desganada.

—Solo quiero saber de mi papá, Adrik.

Bajo mi cabeza y las lágrimas no tardan en hacer su aparición. Me odio por no ser fuerte en estos casos, pero más odio preocupar innecesariamente a mi familia cuando ya tienen suficiente con papá.

—Dionisio está bien, nena —dice al cabo de minutos, mis ojos buscándolo inmediatamente—. Lograron darle el antídoto a tiempo y la puñalada no provocó ningún año a órgano así que solo le dieron unas puntadas.

—Entonces... ¿Mi papá está bien?

—Sí, nena. Así que tranquila. Tu papá pronto será dado de alta y podrá...

—¿Quién será dado de alta, yerno?

Su voz.

Escucho su voz.

Mi mundo entero deja de girar.

Abro mis ojos en sorpresa cuando veo a una persona. No, no es una persona, es un hombre, mi papá. Es mi papá. Mi corazón empieza a aumentar su ritmo, esta vez con más fuerza que incluso me duele. Sigo con meticulosidad cada paso felino y dominante que él da. Entonces lo detallo: alto, macizo, lleno de tatuajes, cabello rapado, ojos ámbar demasiado feroces y salvajes y algunos moretones junto a cicatrices nuevas que no tenía en su varonil rostro.

Luce como un criminal, salvo que no lo es porque fue condenado injustamente.

Él me regala una sonrisa que logra hacerme chillar porque durante mucho tiempo desee tanto verlo y escucharlo otra vez.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora