Maratón de #Nessik parte 3 de 4.
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Vanessa
Está frío. Me congelo. Me paralizo.
No siento mi trasero y lo peor es que poco a poco me hundo junto con el hielo. Grito con todas mis fuerzas pidiendo auxilio, solo a mí se me ocurre salir tan temprano a caminar por el lago congelado que hay en el patio de la cabaña que Adrik y yo rentamos.
Muerdo mi labio inferior y cierro mis ojos cuando me deslizo más por el agujero que hice al intentar saltar. ¿Por qué soy tan tonta? ¡Era de suponerse que se quebraría el hielo si brincaba sobre él! Me reprendo una y otra vez mientras rasgo el hielo con mis manos para subir. Pero es inútil, cada vez me hundo más.
No siento mis piernas, están malditamente congeladas, me las van a amputar, quedaré discapacitada, no volveré a caminar.
Lloro con fuerza, gimoteo, grito y maldigo. ¿Por qué, Dios? ¿Por qué me hiciste tan curiosa? Ahora sí el refrán del gato me queda perfecto: la curiosidad mató a Vanessa.
—¡¡Joder!! ¡¿Qué hiciste?!
Esa voz la conozco. La conozco tan bien que siento alivio.
Alzo la cabeza para ver cómo mi novio se acerca cauteloso por el agua congelada.
Siento mi corazón acelerado, mis piernas adormecidas. Una vez más hago amago de impulsarme hacia delante, pero termino por resbalar por completo bajo el hielo. Trago una enorme cantidad de agua; es helada, siento mi garganta congelarse, enfriarse. Pataleo para llegar a la superficie, pero me hundo más.
Estoy bajo el hielo, puedo ver los zapatos de Adrik, sus puños golpetear con fuerza. Intento regresar por donde me hundí, pero es absurdo, poco a poco mi cuerpo se va adormeciendo, no puedo siquiera mantener mis ojos abiertos.
Lo último que veo es como hielo con sangre cae frente a mí.
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Una humedad tibia, gratificante, me hace abrir los ojos.
Adrik está a mi lado con un termómetro en mano. Lo revisa con mucha cautela y después lo deja en la mesita de noche. Sobre esta hay una vasija color plata, él sambute un pequeño trapo hasta el fondo y lo saca para exprimirlo. Quita la humedad tibia que hay en mi sien y coloca ese trapo nuevo. Me sonríe con dulzura.
—Al fin despertaste, nena —susurra con calidez, dejándome en claro cuan preocupado está por mí. Acerca una taza a mis labios la cual humea y desprende un delicioso aroma—. Es un té de manzana con canela. El doctor dijo que debes consumir líquidos calientitos para regular tu temperatura corporal. Abre la boca, ¿sí?
Obedezco a su amable petición y doy pequeños sorbos. ¡Sabe delicioso! Al ver mi expresión de gusto, el guitarrista sonríe. Aleja la taza para permitirme pasar el líquido, este rasga un poco mi garganta y suelto un quejido, pero eso no me hace detenerme, al contrario, con la mirada le digo que vuelva a acercarlo para beber más. Esta vez doy sorbos más grandes y pronto me termino mi taza de té.
—No tienes idea lo horrorizado que fue verte bajo el agua, nena. Yo... ¡Pensé que te perdería, joder! Por favor deja de ser tan curiosa y no vuelvas a poner tu vida en peligro. No me vuelvas a hacer sentir ese miedo tan grande —me reprende, y un gemido tortuoso, doloroso, escapa de sus labios. Se pone de rodillas y coloca su cabeza en mi regazo mientras solloza con libertad. Intento acariciarle la cabeza, pero me duelen mucho mis brazos así que solo permanezco inmóvil, prácticamente lánguida.
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La favorita del guitarrista
Chick-Lit*Sinopsis detallada en el interior. *Libro apto para mayores de 18 años. Cuando lo "conocí" en aquel H-E-B yo solo quería una cosa de él: su playera rosa. Estaba tan desesperada por encontrar una que poco me importó seguir al primer desconocido que...