31. A cambio de billetes

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¡Holis! Notita rápida: lamento no haber actualizado desde no sé cuándo, pero estuve sumergida en mis parciales porque estaba por culminar mi 2do tetra. Afortunadamente todo salió bien y vengo con energía para actualizar :D


Vanessa

Abro mis ojos y una luz blanca potente me hace achicarlos y gemir del dolor. Muevo un poco mi mano y me duele. Noto que hay agujas y mangueritas de plástico en ella. Hago una vez más el intento de ver y lo logro. Parpadeo continuas veces y noto que estoy en una habitación azul cielo, porto una bata blanca y hay monitores a mi lado.

Busco incorporarme, pero un dolor en mi espalda baja me detiene. Suelto un grito gutural que rasga sin problema alguno mis cuerdas vocales, provocándome un ardor nunca antes experimentado. Pronto, una enfermera aparece de la nada seguida de Diego y mamá. Los veo con ojos llorosos, con un miedo apelmazante estrangularme el cuerpo, los pulmones, el corazón y todo órgano dentro de mí.

—Lo siento mucho, hija... —hipea ella, queriendo tocarme, pero no atreviéndose—. Perdóname, perdóname por ser una mala madre. ¡Perdóname! Yo no quise que esto te sucediera, no... no pensé que ese desgraciado fuera capaz de hacerte algo tan vil.

Los sollozos de mamá me alarman. Intento hacer memoria, pero no lo logro. ¿Qué me pasó? ¿Por qué estoy en un hospital? ¿Por qué me duele la cabeza? ¿Por qué siento la garganta rara? ¿Por qué me duele la parte baja de mi espalda y mis glúteos? ¿Por qué siento como si me hubiesen roto las costillas?

Siento pánico cuando bajo la vista y veo que mi bata blanca está empapada en carmesí. Las náuseas regresan junto con el vértigo.

Vuelvo a perderme.

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El reloj marca las once de la noche cuando vuelvo a abrir mis ojos, lo que probablemente significa que dormí bastante debido a los sedantes que me inyectaron vía intravenosa. Giro mi rostro con cuidado porque no deseo lastimarme, y sobre un mullido sofá negro encuentro a Diego cabeceando junto a un adolescente completamente dormido en su regazo.

Una lágrima escapa de mi ojo cuando no veo a mamá. ¿Dónde está mi mamá? Permanezco en silencio e intento calmarme, seguro fue a conseguir un café o a descansar, o tal vez esté comiendo. Ella no pudo abandonarme, no pudo simplemente desaparecer porque se siente culpable. Nadie tiene la culpa salvo ese monstruo degenerado.

Siento la garganta muy reseca, casi no tengo saliva, y los labios los siento partidos.

—D-Diego... —susurro muy apenas, sintiendo un escozor en la garganta. Vuelvo a llamarlo por al menos cinco veces más hasta que lo veo despertar todo atolondrado—. Quiero... agua... por favor.

Mi hermano asiente, y en ese simple gesto sus rulos se le van a la frente. Lleva el cabello suelto y alborotado, su ropa no es la que traía cuando estaba en mi habitación pues ahora porta un pijama con pantuflas de felpa color negro.

Camina sigiloso al buró frente a mi cama y lo sigo con la mirada inspeccionado su cuerpo para ver si tiene alguna lesión, pero todo lo que encuentro son unos nudillos demasiado rojos.

Verlo entero, sin estar realmente herido, me alivia demasiado.

Diego toma un vaso de plástico para echar agua de una jarra que hay encima de buró y luego abre un popote para colocárselo al vaso. Se acerca hasta mí e inclinándose un poco, acerca el plástico a mis labios. Doy pequeñas sorbidas hasta beberme medio vaso. Le regalo una débil sonrisa.

Él deja el vaso sobre un buró a mi lado y me observa. Creo que nota los miles de preguntas que hay en mi cerebro y las cuales se reflejan en mis ojos porque acerca una silla para contarme lo que pasó.

—Lo maté —es lo primero que dice sin mostrar arrepentimiento alguno. ¿Lo peor? Yo tampoco me arrepiento de eso—. El soldado que estaba a cargo de su caso me ayudó a desaparecer las evidencias. Justo ahorita están trasladando el cadáver a Rusia porque piensan declararlo muero en aquel país.

Hago un leve asentimiento con mi cabeza, procesando la magnitud de sus palabras.

—¿Entonces ya acabó este infierno?

—Ya acabó, princesa.

Lágrimas de felicidad escurren de mi rostro mientras mi hermano se inclina para abrazarme. Sollozo contra su pecho tal cual una niña pequeña porque, aunque le oculté durante semanas lo que estaba pasando, Diego no me dejó sola. Me cuidó, nos cuidó, y ahora nos ha librado de ese criminal que ojalá esté pudriéndose en el infierno.

—Mamá... ¿Dónde está mi mamá? —pregunto cuando se aparta de mí. Diego acomoda mi cabello tras mi oreja y me sonríe con ternura.

—Bajó a ver a Kevin y Frida. En cuanto supieron lo que pasó vinieron a verte. Llevan toda la tarde aquí.

Saber que mis amigos se preocuparon por mí me hace sentir un poco en paz. Pero entonces esa sensación se me va cuando recuerdo a Adrik.

—Mi novio...

—Está al tanto —interrumpe mi hermano y nunca me había sentido tan feliz por ello—, supuse que tenía derecho a saberlo —se queda en silencio por unos segundos—. Mañana estará aquí, intenté convencerlo de que todo estaba controlado, pero enloqueció, me gritó y prácticamente me obligó a hacer una videollamada para verte, lo cual terminó por cabrearme y le colgué.

No puedo siquiera imaginarme a Adrik furioso. Aunque, pensándolo bien, cuando aquel fotógrafo nos molestó, mi novio enfureció bastante.

—¿En serio hiciste eso?

—Pues claro —ríe—, no iba a permitir que me gritara.

—Lo siento —murmullo, no por lo que hizo Adrik, sino refiriéndome a la verdad que le oculté. Mi hermano me entiende porque simplemente se inclina para dejarme un beso en la frente.

—Debí suponer desde aquel día que me hablaste porque no estabas cómoda con él que algo andaba mal. Lamento no haberme dado cuenta a tiempo, princesa.

Niego con la cabeza y le doy una sonrisa.

—La culpa de ningún modo es tuya, Diego. Todos nosotros dejamos entrar a un monstruo sin tomarnos el tiempo de investigar bien su pasado. Kevin una vez me dijo que tuviera cuidado con él, pero no le tomé importancia porque pensé que solo eran sus celos de amigo, pero ya comprendo a lo que se refería —hago una pausa y miro el techo—. Lo que más lamento es que nuestra madre tuviera que soportarlo hasta en su cama.

—Mamá es adulta, princesa, ella solo buscaba contribuir a la casa a su manera. No podemos juzgarla porque ambos sabemos lo difícil que están las cosas cuando eres indocumentado en un país ajeno. Solo veló por nosotros, intentó ayudar con el ahorro del dinero que ocupábamos y eso la hace admirable.

—¿Entonces estabas de acuerdo con lo que hacía? ¿Con todo lo que pasó para traer dinero a la casa y poder contribuir a las deudas?

Diego resopla y camina hacia la ventana para perder su mirada en el exterior. Se nota tenso.

—Nunca estuve de acuerdo con que mi madre vendiera su cuerpo a cambio de billetes, pero cómo te digo, no somos nadie para juzgar, ella tuvo sus motivos. Solo le tocó mala suerte con ese hombre. Es todo.

Mala o buena suerte ninguna mujer debe pasar por semejantes bajezas, no sé muy bien cómo era la relación que tenía con James cuando estaban a solas, pero no siempre lucía feliz, de hecho, cuando iba en el carro con nosotras lo ignoraba sobremanera y se le notaba un poco tensa, pero nunca tuve el coraje suficiente para preguntarle.

Creo que todos sufrimos batallas internas de las cuales muy pocas personas conocen, a veces somos muy reservados con lo que nos hace mal que preferimos sufrir nosotros primero antes que ver a los que amamos pasear por el camino del dolor. Por eso no la juzgo, nunca podría pues cuando nuestro padre fue llevado a ese horrible lugar, ella movió el universo entero junto con mi hermano mayor para darnos de comer, para hacernos sonreír incluso cuando por las noches nos atormentaba el sentimiento de estar solitos a Alí y a mí.

Si eso no es suficiente para admirar a una persona, entonces no sé qué si lo sea. 

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Más tarde, o si no mañana, les subiré otro capítulo ya que están cortitos ;)

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora