32. Inmarcesible

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Vanessa

—Mira el lado bueno, Osbu... Al menos tus cicatrices no quedaron horribles —comenta Frida con el ceño fruncido. Se deja caer con cautela a mi lado.

Estamos en mi habitación viendo películas, Diego se está encargando de asar el pollo que mamá compró para celebrar que estamos en casa sanos y salvos e intuyo que mi novio, quien llegó hoy en la mañana, está ayudándolo.

—Y yo tan preocupada que estaba por tener una —ruedo los ojos, divertida. Me llevo unas gomitas a la boca. Pese al infierno que pasamos, me siento muy positiva porque al fin ese asqueroso hombre está lejos de nuestras vidas—. Sabes, una simple cicatriz pequeña no es nada comparado con ser abusado o asesinado. Así que me considero afortunada.

Frida se tensa un poco ante mis palabras, pero rápidamente se recupera y esboza una sonrisa radiante que no me convence en lo absoluto. Aunque igual puedo estar exagerando. Tanto medicamento debió descolocarme un poco.

—¡Hierba mala nunca muere! —profesa su frase favorita. Carcajeo—. Nah, pero ya dejándome de joda, en serio me alegra mucho que estés bien, conmigo. Eres mi mejor amiga y sin ti nada sería lo mismo. Hubiera tenido que soportar a Kevin sola. ¡Y no! Me asfixia con sus comentarios.

—Ash, estás igual que Catia. Muy pocas veces concuerdan.

—Es un amor de hombre, pero me desespera y estresa lo dulce, cursi y ardiente que es. Se metió en nuestras vidas como garrapata.

Eso es cierto; antes de Kevin solo éramos nosotras dos contra el mundo. Hacíamos pijamadas, comíamos muchas golosinas, frituras, veíamos películas hasta tarde y no nos preocupábamos por ser la atención de la escuela. Pero entonces llegó el despampanante rubio fortachón y todo eso se fue al barranco. Digo, Frida tenía su gracia cuando la conocí, se juntaba con las populares y fresas, pero Kevin es otro nivel. Tiene amigos de a montones, todas las mujeres quieren brincarle encima, es el capitán del equipo de básquetbol y joder, tiene un muy buen cuerpo y personalidad. ¿Qué más se puede pedir en un hombre?

—No seas celosa, Fri. Sabes que eres la mujer de mi corazón.

—La única mujer de tu corazón —finge un puchero y se cruza de brazos para dramatizar más el asunto—. Mi instinto lésbico dice que no te deje ir porque un par de tetas así con semejante culazo no se encuentra en todos lados.

Estallo en carcajadas.

Frida en serio puede ser muy ocurrente y fresca. Por eso la adoro.

—¿Piensas que tengo un culazo? —pregunto, divertida, llevándome otro puño de gomitas a la boca. La pelimorado me quita unas cuantas.

—¿Bromeas? Tu culo tiene que ser el culo del año. ¿Puedo azotarte? Se me antoja mucho. Está muy redondito y prominente —dice con gracia, haciéndome reír más, pero entonces mi garganta duele así que me calmo.

—Vale, fingiré que no me acabas de decir que me quieres azotar solo porque se te antojó cómo si fuese un helado.

—Osbu... ¡Eso sonó más pervertido! Pero cuando quieras, nena —me guiña el ojo y le aviento tres gomitas. Me pongo de pie con cuidado y camino a la puerta—. ¿A dónde vas esposa mía?

La observo por el hombro y sonrío traviesa.

—A alimentar este puercazo para que mi culo siga igual de magnífico que siempre —le soplo un beso, ella finge atraparlo y camino fuera de mi habitación con una enorme sonrisa.

Segundos después tengo a una muy divertida Frida caminando a mi lado mientras me toma del brazo. Se ha tomado muy en serio lo que Diego le dijo de ser mi sombra mientras me recupero bien.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora