46. Casi seis semanas

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Vanessa

El sol hace su espléndida aparición por mi ventana. Abro un ojo y gruño. ¿Por qué olvidé cerrarla anoche? Vuelvo a cerrarlo para bostezar. Tanteo sobre mi buró para checar la hora: las once de la mañana. Agudizo el oído para ver si alguien está despierto. Negativo. Todo se escucha silencioso, si acaso el aire soplar es el único ruido y los ladridos de mi Chatita que está con la vecina. Nota mental: ir a visitar a mi perrita.

Volteo a mi lado y encuentro a Adrik profundo sobre su abdomen. Tengo una perfecta vista a su culo, lo que me da entender que no se preocupó por cubrirse, aunque bueno, yo igual estoy desnuda.

Sonrío como boba al recordar lo que hicimos anoche. Fue tan... mágico, especial. Él me hace sentirme fuera de este mundo, en otra galaxia donde miles de partículas estallan cuando nuestros cuerpos colisionan, cuando nuestros labios se hacen promesas eternas. Pero son sus ojos. Dios... ¡Sus ojos grises! Algo en ellos me mantiene en vilo, al borde del colapso pues deslumbran una inocencia y profundidad que me embriagan y seducen.

Adrik Santana me está aniquilando, hechizando sin siquiera proponérselo, sin esfuerzo, y como siempre, lo único que puedo hacer es esperar paciente y dejarme llevar como una hoja en el mar.

No tengo miedo a la caída, pero si a perderlo, a olvidarlo y que me olvide.

Alejo este último pensamiento turbio de mi cabeza y mejor intento ponerme de pie, pero descubro que mis piernas están muy débiles así que mejor me quedo sentada. Bajo la vista a mis muslos y veo un rastro de sangre seca. Mi pulso se acelera. Creo que anoche lo hicimos muy rudo... pero no me dolió, no sentí que algo me escurriera aparte del semen de Adrik. Pero vaya, entonces la fricción continua puede hacerme sangrar sin saberlo.

Decido regresar a dormir otro rato pues me siento muy agotada, pero entonces noto la mancha de sangre en mi sábana. Mis sentidos se alarman porque no luce como una mancha de menstruación ni una mancha de haber perdido la virginidad. Luce como si fuera un... ¡No! Eso es imposible. He seguido al pie de la letra el medicamento que me recetó la tía Rebecca, yo no pude simplemente quedar y perder. Me niego. ¡Malditamente me niego!

De pronto, un dolor agudo en mi vientre bajo me doblega, suelto un grito y Adrik despierta enseguida, alarmado. Su cabello completamente revuelto y rostro adormilado.

—¡¿Qué pasa?! ¿Qué tienes, nena? —se arrodilla frente a mí y acuna mis mejillas. Suelto otro grito y caigo a un lado. Un líquido caliente comienza a hacerse presente en medio de mis piernas. Aprieto los ojos con fuerza.

—H-Háblale a la tía Rebecca. Por favor, Adrik.

Adrik obedece, busca su ropa en el suelo y sale corriendo de mi habitación a tropezones. A cómo puedo me cubro con la sábana y respiro hondo. ¡¿Qué me está pasando?!

Mi tía llega casi volando, me observa asustada y cuando alzo la cobija para que vea porque no tengo fuerzas para hablar, lleva ambas de sus manos a su boca en pleno asombro.

—Necesitamos llevarla al hospital. —Es lo que dice con voz temblorosa.

—Vamos en mi camioneta.

—Vale, iré por mi bolso. Asegúrate de cubrirla bien.

Adrik asiente y me carga entre brazos con la sábana muy enredada en mí cuerpo. Pego mi cabeza a su pecho y muerdo mi labio inferior para no llorar.

—Todo va a estar bien, nena. Eres fuerte, solo no me cierres los ojos. Te lo pido —ruega lloroso, desesperado. Me sube con delicadeza en el asiento de atrás y cierra. En su expresión puedo notar el terror.

Rebecca llega apresurada portando aun el pijama que mamá le prestó anoche y más pronto que nada Adrik arranca hasta el hospital más cercano a una velocidad impresionante y descolocada.

Cuando llegamos, me baja en brazos y mi tía se encarga de pedir una camilla a todo volumen, después de todo ella trabaja aquí. Todo es muy pronto para procesarlo, pero cuando menos lo espero estoy en una habitación siendo revisada por un doctor algo mayor. Hace los exámenes correspondientes, como toma de sangre, ultrasonidos, palpación en el abdomen, palpación en mi vagina, medida de presión arterial, temperatura, etc., y cuando llega a una conclusión evidente, siento mi corazón siendo desgarrado con navajas.

Me da un analgésico para calmar el dolor de mi vientre.

—Cuánto... ¿Cuánto tenía? —pregunto llorosa, haciendo mis manos puños. Esto no puede ser verdad. Esto no puede estarme pasando. No hoy.

—Iba para la sexta semana —comenta en casi un susurro, quitándose los guantes de látex. Muerdo mi labio tembloroso—. Lo lamento mucho, señorita. Ahorita mismo prepararemos el quirófano para el legrado.

El doctor sale y tras él entra Adrik luciendo muy descompuesto, muy ajeno a todo lo que sucede. Yo sé lo mucho que odia verme en esta situación, y me duele tener que romperle el corazón con la noticia.

—¿Todo bien, nena? ¿Qué te dijo el doctor? ¿Por qué estabas sangrando si no es tu fecha de período? —Se sienta a mi lado y agarra mi mano con fuerza. Clava sus ojos en los míos y mis lágrimas comienzan a salir más gruesas. Absorbo por la nariz. Necesito sacarme los mocos. Él parece entender y me tiende uno de los pañuelos que están al lado de la camilla. Me sueno la nariz, lo hago bolita y lo dejo a un lado de mí. Respiro hondo.

Jamás en la vida creí dar una noticia así.

—Tenía... casi seis semanas, Adrik —hipeo y él abre los ojos, horrorizado. Niega frenético, tembloroso—. Nuestro bebé... Yo... No sabía qué... ¡Fue un aborto espontáneo!

—Tienes que estar jodiéndome. —Bruscamente se pone de pie, pasa sus manos por su cabello y comienza a caminar en círculos. Sus manos tiemblan y respira acelerado—. Tú dijiste que estabas tomando las píldoras. No puedes simplemente decirme esto. ¡No puedes!

Trago grueso y respiro hondo. Entiendo su enojo, su dolor, pero no hay nada que hacer cuando ni siquiera sabíamos que existía un "alguien" dentro de mí.

—Fueron por problemas hormonales y por los quistes que tengo en los ovarios. Dijo que es común que ocurran estas cosas en las primeras semanas de gestación...

—No, no, no, no. ¡Dime que es una broma cruel! Dime que no acabamos de perder a un... hijo. Por favor, Vanessa. Dímelo. No pudimos... ¡Mierda, no! ¡No! —Adrik cae de rodillas y pronto la habitación es inundada por su llanto y gritos, por sus blasfemias y golpes al piso.

Lo único que puedo hacer es permanecer quieta, inmóvil, viendo el maldito techo blanco y deseando dormir para no tener que vivir esta realidad. Una muerte más en mi consciencia.

Feliz nochebuena para mí.

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Este capítulo siempre me resultará doloroso por ambos :(

Nadie imaginó que Ness esperaba un bebito de Adrik </3

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora