2. Niña mentirosa

17.4K 1.4K 307
                                    

Vanessa

Mamá maneja como si fuésemos unos inmortales que sanarán por arte de magia ante cualquier accidente que tengamos. La escucho maldecir a los conductores, sonar el claxon repetidas veces, mover el volante a la izquierda con brusquedad y hasta meterse en medio de los carros para avanzar más rápido y llegar al objetivo.

Decir que tengo miedo es poco, la verdad estoy a nada de sufrir un infarto y ni se diga de su compañía, el pobre se aferra al asiento como si fuera un gato, por el espejo retrovisor puedo ver lo pálido de su rostro. Es tan cómico verlo así, que si no estuviera en la misma situación me burlaría hasta sentir el abdomen doler.

Llegamos a la tienda en tiempo récord, mamá se aparca de forma atravesada en los estacionamientos y yo salgo disparada. ¿Mi apuro? En media hora cierran y es mi única oportunidad para conseguir la bendita blusa, y prefiero conseguirla hoy porque a la noche tengo trabajo y no salgo hasta el viernes al mediodía, por lo que no puedo ir saliendo debido a mis clases. Así que sí, es hoy o nunca.

Recorro los pasillos a paso rápido, más que nada porque si corro lo más probable es que resbale y no quiero matarme antes de tiempo. Aún estoy muy joven y virgen para hacerlo.

«¡Ya deja de dramatizar!», me regaña mi subconsciente y le hago caso, más que nada porque solo estoy perdiendo tiempo y según mi reloj, faltan veintiocho minutos. Apresuro mi paso hasta la sección de ropa y a vista de águila recorro los alrededores para ver si vislumbro una blusa rosa. Pero nada. Así que opto por buscar a la antigua, prenda por prenda.

No quiero parecer egoísta ni inhumana, pero, ¿a quién diablos se le ocurrió elegir el color rosa para representar esa enfermedad tan destructiva? ¿No hubiese sido más sencillo un blanco o amarillo? Intrigada, y olvidando mi objetivo principal, saco mi móvil y comienzo a googlear el significado del color rosa y el listón en el día conmemorativo al cáncer.

Continúo leyendo y pierdo la noción del tiempo, entre más investigo, más intrigada me encuentro por este maravilloso movimiento. La rabia de minutos atrás ha cesado por completo, más que nada porque las mujeres que enfrentan esto son unas verdaderas guerreras que dan todo para salir victoriosas, y aunque algunas no logran llegar a la meta, dan todo de sí hasta el último respiro y eso es lo que cuenta.

Una ligera lágrima roda por mis mejillas y un grande nudo se me atasca en lo más profundo de la garganta. Es realmente horrible llegar a pensar que algún día alguien cercano a mí pueda sufrir esto, lo peor es que a veces se diagnostica tarde, por lo cual casi no queda nada que hacer. Limpio con rapidez mis mejillas regordetas y guardo el celular en la bolsita de mi falda roja. Odio ser tan sentimental.

Entonces un color rosado capta mi atención, haciéndome detener mis lamentos y lloriqueos en plena tienda. Paso saliva a cómo puedo, pero mi boca se encuentra demasiado seca. Mis ojos se abren como platos. Cubro mi boca con una mano mientras que con la otra apunto a la persona que camina a no sé dónde con la playera que necesito para el miércoles.

No me lo pienso dos veces y persigo a la persona como una completa acosadora. Soy cautelosa, ágil, intento no hacer ningún ruido, pero fallo. Termino resbalando con mi agujeta y me voy de bruces al piso con pies y manos mirando hacia el techo. ¡Qué vergüenza! Rápidamente encuentro la manera de rodar como un rollo de alfombra para esconderme detrás de un maniquí antes de que se percaten de mi presencia. Mi pulso está completamente disparado por la adrenalina y vergüenza; gotas de sudor bajan de mi frente. Las nalgas y parte de mi espalda empiezan a punzarme del madrazo que me pegué al caer. Hacer esto es más difícil de lo que pensé. Perry el ornitorrinco estaría muy decepcionado de mí.

«Si fueras ninja profesional te corren del trabajo, querida», regaña esa maldita vocecita en mi mente, haciéndome volcar los ojos y soltar un gruñido al estilo perro rabioso. Cubro mi boca con ambas manos al notar lo que hice.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora