18. Guitarrista acústico

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Vanessa

—Con tus dedos enumérame todas las parejas sexuales que has tenido, hija —pide la ginecóloga desde su silla giratoria.

Me atraganto con mi propia saliva. Abro los ojos en completo horror y parpadeo con rapidez. Mamá intenta ahogar una risa, pero falla.

—Vamos, mi cielo. Tu tía, digo, la ginecóloga Zambrano, está esperando tu respuesta —dice mamá, mirando a mi tía Rebecca con cierta diversión. Suelto un resoplido.

Yo no quería ni venir a este lugar, pero casi fui arrastrada en contra de mi voluntad apenas llegué a casa hace un par de horas.

Miro mis dedos con vergüenza, una cosa es tener este tipo de conversaciones con mamá, Frida, Kevin o mis hermanos, pero otra muy distinta a hablar con mi tía Rebecca, la mujer burlona y un poco boca sucia.

Hago mi mano puño para simular un cero y se lo enseño. Ella alza su ceja izquierda bien poblada.

—¡¿Es en serio?! Dios, se te va a oxidar la vagina, cariño. —El horror y la burla en su tono es palpable, tanto que me hundo en mi asiento de la vergüenza—. Dime entonces, ¿a qué se debe tu visita?

—¡Rebecca! No me la asustes —la reprende mamá, pero yo sé que está disfrutando de esto.

—Sólo digo la verdad hermanita, mírala. Tan hermosa y virgen.

—Sí, esa soy yo —levanto mi mano y vuelvo a bajarla. Ellas ríen.

—Diablos señorita. Yo a tu edad ya había montado al menos unos diez penes. Diferentes tamaños, colores y sabores. Una gran variedad. ¿Quieres que te enseñe las fotos?

—¡Dios no! Qué asco tía. Eso suena muy acosador.

Un escalofrío me recorre entera. Había olvidado lo cuán abierta y explícita de mente es mi tía. Los libros eróticos se quedan cortos frente a ella.

—¿Segura? —asiento. Ni siquiera me atrevo a verle los ojos—. Tú que dices, Bea. ¿Quieres ver penes? Cabe aclarar que ellos estuvieron de acuerdo en que los fotografiara—. Con horror miro a mamá para ver qué responde y ella, al igual que yo, niega—. Ash. Qué mata pasiones son ustedes, deveras. Pero bueno, supongo que viniste porque quieres empezar tu vida sexual, ¿no? Digo, últimamente para eso me buscan las jovencitas. Solo me usan para prescribirles la receta de anticonceptivos y después me abandonan. Son muy crueles —hace un puchero infantil y casi quiero reír.

Bien, al menos la que será mi ginecóloga es alguien de confianza y no un completo desconocido porque hey, mi vagina es un tema muy personal que no dejaría a cualquiera meter mano.

«Solo a Adrik», escucho esa vocecilla endiablada en mi mente y en automático siento un rubor cubrirme las mejillas. Hasta el cuello y las orejas los siento calientes. Mi tía lo nota y bailotea sus cejas como dejándome en claro que ya me pilló. Desvío la mirada para enfocarla en la pared. Mierda. Olvidaba que es buenísima leyendo las expresiones.

—Quisimos venir a tiempo antes de que esta niña me salga con su domingo siete. Digo, no estoy en contra de tener nietos, pero vamos, ella aún está en el colegio, le faltan meses para graduarse y quiero que se enfoque bien en sus estudios, no en cambiar pañales apestosos y hacer biberones —dice mamá a lo que yo concuerdo.

Tener bebes ahorita no me llama la atención. Eso de esclavizarme a cuidar un mini humano es algo que deseo evitar a toda costa. Primero quiero terminar mi colegio, el cual debí concluir hace un año, pero como reprobé en el kínder, me atrasé. Quiero también saber a lo que me voy a dedicar el resto de mi existencia, tener buena posición económica y mi propia casa. Ya después tendré tiempo para pensar en hijos, en popó, pañales y vómito. Así que por ahora no gracias. Soy feliz sin ese tipo de compromiso.

La favorita del guitarristaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora